El fallo del Juzgado de lo Contencioso Administrativo Número 1 de Alicante del que hablamos hace días, según el cual el ayuntamiento de Villena quedaba invalidado para prohibir los festejos taurinos y, muy al contrario, se le recordaba que «siendo la tauromaquia un patrimonio cultural digno de protección en todo el territorio nacional, el municipio de Villena no constituye una excepción a esta máxima establecida legalmente», ha provocado una reacción inmediata por parte de diversas asociaciones de aficionados de la comunidad catalana, apoyadas por la Fundación Toro de Lidia para realizar la petición de organizar un festejo taurino en la población de Olot. Igual esta iniciativa llega tarde, pero quizá no lo sea todavía demasiado.
Lo localidad gerundense ha sido elegida por la mencionada fundación por diversas razones, entre ellas por ser la cuna del novillero Abel Robles, organizador del festejo, así como por resultar un enclave simbólico: fue declarada localidad antitaurina en 2004 (cuando gobernaba el PSC) y actualmente la vara de mando está en manos del PdeCat, con ERC y la CUP en la oposición. Para abundar más, el consistorio olotino celebró en 2016 una consulta popular por la cual se prohibieron también los correbous. Todo un bastión contra lo taurino, vamos.
En el escrito presentado por las entidades demandantes del festejo se deja constancia del apoyo social que tiene esta petición y también de la amplia tradición histórica de los festejos taurinos en el lugar, cuyas primeras manifestaciones datan del siglo XVII y llevaron a la inauguración de su coso fijo el 24 de julio de 1859, que es considerado como el más antiguo de Cataluña y uno de los más añejos de España. A todo ello, el escrito suma tres argumentos jurídicos: el ya mencionado de Villena; el fallo del Tribunal Constitucional que en 2016 declaró inconstitucional y nula la Ley 28/2010 que prohibía la celebración de espectáculos taurinos en Cataluña; y por último, la sentencia del TC que anula los principales artículos de la Ley de Toros a la Balear.
La Fundación Toro de Lidia ha aprovechado todo ese argumentario jurídico e histórico para lanzar un órdago al antitaurinismo en Cataluña. Se trata, sin duda, de un torpedo lanzado hacia el corazón mismo del abolicionismo en la comunidad más beligerante en este aspecto y que se alzó como estandarte de las tesis animalistas de Pacma y compañía aunque, en realidad, lo que estaban librando (y ganando, al menos de momento) era una batalla que tenía que ver principalmente con el antiespañolismo y el afán independentista.
Como decimos, quizá llega tarde, aunque igual todavía se esté a tiempo. Ahora lo que hay que esperar es una negativa tajante del ayuntamiento de Olot, claro está. Y a partir de ahí, otro largo camino de recursos, apelaciones y otros asuntos de índole jurídico que volverán a demorar el tema y deberían acabar en el ámbito penal. Por eso resulta difícil admitir que este haya sido el mejor camino, y que hayan tenido que emprenderlo fundación y asociaciones, y no empresarios de renombre y fuerza mucho antes. Desde 2016, con la primera prohibición del Constitucional, la puerta ya estaba abierta, y nadie, sin embargo, quiso cruzar el umbral. Quizá porque lo que se juega a corto plazo no es un gran negocio, y sí un camino espinoso hacia un fruto incierto. Otra vez la responsabilidad se ha apoyado en los hombros de los aficionados.
Y no se nos olvide dar fe de la celebración de una nueva gala taurina en nuestra ciudad, otro evento más donde los aficionados cabales y altruistas han homenajeado a la tauromaquia. En este caso fue la Asociación Taurina «Puerta Grande» quien durante una cena este último sábado, en el Hotel Meliá, entregó sus trofeos a la ganadería Garcigrande, al matador de toros Diego Carretero, al novillero Borja David Ximelis y al periodista Paco Delgado. Lo dicho: la afición como puntal y argumento. A ver si a algunos no se les olvida.
