Dale poder a un tonto, y se convertirá en un tirano. Este aforismo bien podría ser la sinopsis de la película «El Capitán» (2017). La película está ambientada en la Alemania de las últimas semanas de la II Guerra Mundial, en plena caída del III Reich. El protagonista es Willi Herold, un joven soldado desertor alemán, andrajoso y hambriento, que se encuentra un uniforme de un capitán nazi de la Luftwaffe. Y haciéndose pasar por oficial, Herold comenzará a transformarse usando la autoridad que le proporciona su nueva identidad, revelando una personalidad monstruosa. El impostor reúne a un pelotón de soldados, perdidos y desperdigados de sus unidades, y juntos emprenden un viaje en el que asesinan y saquean impunemente.

Para promocionar o ascender a un empleado dentro de una organización no solo se debe tener en cuenta el desempeño profesional. Un ascenso equivale a otorgar poder. Y una de las responsabilidades del poder es la capacidad de ejercer control sobre otras personas. Es entonces obligación grave de un directivo elegir muy bien a quien se promociona. Pero a veces la urgencia para cubrir una vacante inesperada, la necesidad de nombrar a un responsable de área, o simplemente la gratitud a un empleado por un trabajo bien desarrollado, hacen que no se analice bien al nominado. Y es que todos hemos sido testigos de la transformación negativa de esos profesionales normales, aparentemente buenos compañeros, cuando se les ha promocionado, y se han convertido en pequeños Herold, por mor de sus nuevos galones. Pero el poder ni cambia ni transforma, sólo revela el verdadero yo. Un ascenso, un nuevo cargo, supone la ausencia de frenos, y ya no hay control del yo. Decía Michelle Obama que ser presidente no cambia a la persona, sino que revela quién es verdaderamente.

En psicología se usa la Dark Triad (Tríada Oscura) para descubrir rasgos de personalidad, con objeto de identificar potenciales problemas de liderazgo que puedan causar disfunciones en la organización. Los tres rasgos de la tríada son: el narcisismo, maquiavelismo y la psicopatía. El primero hace referencia a la grandiosidad, orgullo, megalomanía y falta de empatía. El maquiavelismo se caracteriza por la manipulación y la explotación de los demás, desprecio por la moral, y un enfoque en el interés propio. Y el tercero -el más peligroso- por un comportamiento antisocial, impulsividad y ausencia de remordimientos. Del uno al diez, todos hemos tenido jefes que en alguno de los dos primeros rasgos puntuaban al menos un cinco -la psicopatía es aparte porque es un problema clínico-, y eso se manifestó cuando adquirieron poder. El poder sólo liberó al bicho que llevaban dentro. Seamos sinceros, muchas veces no hace falta un análisis freudiano para saber cómo es una persona, basta con observar cómo ésta se dirige a un camarero. El que es un sátrapa no lo puede disimular 24x7.

Para rematar el clavo de Willi Herold, lo más triste de la película es que es real. Herold era conocido como «El verdugo de Emsland». La razón es que iba por los campos de prisioneros de guerra y los ejecutaba sin más. Los nazis le juzgaron y le declararon inocente: lo hacía por la patria y demostró iniciativa. Se incorporó de nuevo al ejército en la Operación Werwolf. Los ingleses, acabada la guerra, lo volvieron a juzgar y lo ejecutaron. Solo tenía 21 años el angelito.