Las nuevas manifestaciones que los taxistas de Madrid y Barcelona han llevado a cabo en los últimos días forman parte del problema que comenzó a generarse como consecuencia del proceso liberalizador que la mayoría de un parlamento europeo dominado la derecha lleva implementando desde hace años en la Unión Europea. Ya se sabe que se suele estar de acuerdo con las ideas económicas que propugnan un liberalismo que favorezca al consumidor hasta que ese proceso liberalizador nos afecta a nosotros. Tal vez me equivoque, pero si por algo se han caracterizado en España los taxistas ha sido por apoyar políticas que apostaban por la intervención mínima del Estado en asuntos económicos y por una bajada de impuestos, es decir, que cada uno se buscase la vida. Sin embargo, ahora piden que la Administración regule al máximo la actividad de nuevos operadores del transporte de personas dentro de las ciudades y que su utilización se restrinja.

Las llamadas VTC surgieron por la conjunción de dos situaciones. Por un lado, la aparición de las nuevas tecnologías, la generalización de internet en las casas de los españoles y la facilidad de acceso a la red gracias a los teléfonos móviles. Si a principios de siglo en España el número de hogares españoles con internet era relativamente escaso debido al precio de los ordenadores, gracias a los teléfonos móviles se facilitó una conexión ilimitada a la red. De ahí a la aparición de aplicaciones que permitiesen realizar gestiones de manera directa e inmediata que antes necesitaban tiempo de espera y llamadas telefónicas sólo había un paso. Por otro lado, ha sido fundamental para la popularización del uso de las VTC el hecho del precio cerrado, es decir, que en el momento de la contratación del vehículo el usuario sabe con exactitud el precio que va a tener que pagar sin que sea necesario llevar dinero en metálico ni tener que pagar con tarjeta de crédito al conductor.

Cualquier usuario del taxi ha sufrido en alguna ocasión incidentes de todo tipo e incomodidades que en los vehículos VTC no ocurren. En primer lugar, el ya aludido tema del precio. Cuando se hace referencia a esta cuestión los taxistas dicen que son excepciones. Me refiero al hecho de que en ocasiones los taxistas den una vuelta innecesaria o los precios disparatados reservados para turistas en ciudades como Barcelona o Madrid cuando quieren ir del aeropuerto al centro de cualquier ciudad. A esto se añade el irritante hecho de los sobreprecios que se añaden por el número de maletas, como si fuera posible ir de viaje sin ellas.

También es posible encontrarse al taxista con problemas de audición, me refiero a esa clase de conductores que no escuchan cuando se les da los buenos días o cuando el usuario se despide antes de bajarse. Se debe tratar, supongo, de un tipo de sordera que no les impide conducir. O esos taxis en los que cuando el usuario ocupa el asiento delantero tiene que apartar botellas y papeles para poder sentarse. También excepciones.

Aunque se ha tratado de presentar a los taxistas como autónomos que tienen que luchar contra grandes fondos de inversión propietarias de las dos principales compañías de VTC, la realidad es que también existe la patronal del taxi. Es más, son mayoría las empresas con veinte o treinta licencias que a su vez contratan a trabajadores para que hagan el trabajo siendo estas empresas las que están dirigiendo las manifestaciones y las escenas de violencia que hemos podido ver.

El problema de fondo al que se enfrentan los asalariados y la patronal del taxi es al simple paso del tiempo. La vida ha cambiado mucho en los últimos diez o quince años desde la aparición de internet en nuestras vidas. Además del surgimiento de estas compañías de alquiler de vehículos con conductor que se pueden contratar desde el móvil, a un precio cerrado y con un servicio que podríamos calificar de excelente, hay que resaltar el desarrollo que han experimentado los transportes públicos. Los que tenemos cierta edad recordamos qué diferentes eran los autobuses urbanos y el metro de hace veinticinco años; ruidosos, sucios de colillas de tabaco e inseguros. Sin embargo, en la actualidad el transporte público español es de los mejores de Europa y por tanto del mundo. También tenemos que añadir la generalización del uso de las bicicletas en las ciudades gracias a los carriles bicis y a los guardabicis que hay en muchas aceras así como la aparición del patinete eléctrico con su versatilidad para distancias medias dentro de las ciudades. Todo ello ha motivado el descenso del uso del taxi y no sólo la aparición de estas plataformas de transporte.

Es comprensible que los que invirtieron en licencias de taxi como medio para especular o asegurarse una vejez cómoda no quieran ver peligrar su inversión, pero el negocio especulativo tiene sus riesgos. Ya pasó con la burbuja de la construcción en España hace más de una década y no por ello la sociedad española tuvo que compensar a los compradores de pisos por precios desorbitados.