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Mariola Sabuco

A la vejez, viruela

No temo a la muerte. Me considero preparada desde hace unos pocos años para recibirla como merece cuando se presente. Lo único que pido, llegado ese momento, es no estar sola. Pero esto no es algo que dependa de mí. Como anhelo vivir en mi casa todo el tiempo que me sea posible -como todos, supongo- es muy probable que la mayor parte de mi vejez la pasaré sola, que es precisamente cuando más compañía añoraré. La vejez es viruela, un doloroso tránsito; la vejez en soledad es como la cicuta, un veneno; la soledad extrema es peor que la muerte. Como soy miembro numerario de la generación del «baby boom» es de prever que como yo serán miles en la provincia de Alicante los condenados a vivir en esta desazón. Vayan desengañándose. No hay nada para nuestra vejez. No solo no tendremos unas pensiones dignas como nos vaticinan los economistas, alegando que el sistema es insostenible para nosotros, sino que los ayuntamientos no tienen previsión alguna para dar una respuesta que evite que muramos solos. Por no tener, la mayoría no tiene ni datos. Es lo mejor. No tienen datos, no hay problema, no tienen que dar una solución. El envejecimiento de la población es una cuestión a la que no se está prestando la debida atención. No se está realizando una planificación pública y esto condena a miles de personas a una infravejez cuando más débiles son. Hay concejalías de Juventud, que las debe haber, pero apenas hay alguna de Tercera Edad o Personas Mayores que ofrezcan respuesta a las nuevas necesidades que se avecinan desde el punto de vista sanitario, urbanístico y de convivencia. La sociedad solo funciona en estos momentos para los niños y para la mediana edad (en torno a los cincuenta). Para los jóvenes y los mayores, todo son dificultades. Y la política, sin dar respuesta, como si concejales, diputados y ministros no fueran a hacerse viejos nunca.

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