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Cuestas de enero

Ya saben que Errejón deja el escaño y su acta de diputado y corre. Unidos (no) Podemos pierde a Íñigo, y la marca Más Madrid, de Carmena, amplía con él la plantilla para intentar el cambio político en las elecciones autonómicas de mayo. El candidato Errejón pretende que allí prosperen las flores de una «hermosa tarea». Quiere hacer política, no simplemente estar. Unir a más gente. El pegamento de los grupos de izquierda no funciona, y el permiso de paternidad de Iglesias se ve alterado. Los dos colegas dejaron de serlo aunque se dieron el pico, y la «portavoza» Montero y Echenique le dan puntapiés pese a que Errejón lleva a Podemos tatuado en la espalda y a que aún aspire (sin ninguna posibilidad) a confluir juntos en la Comunidad madrileña. En esta nueva etapa, Íñigo va a recorrer poblaciones. A pregonar sus propuestas y a «recuperar el espíritu» de los comienzos de la formación morada. Ahora bien, la guerra va por barrios. Ferraz y la expresidenta andaluza Susana Díaz, todo un lastre desde su intentona contra Pedro, se lanzan bombas. Cómo no. No parece que vaya a traspasar la puerta de salida voluntariamente, a pesar de las invitaciones de la dirección de Sánchez, y será la militancia, más adelante, quien determine una u otra cosa, en su caso, tras perder su sillón en la Junta. El presidente está ahora con los PGE, buscando apoyos y la luz verde para ponerlos en marcha, y él y los suyos piden la abstención imposible del PP y de Ciudadanos o rizar el rizo con sus votos a favor. Ya lo ven. La convención nacional de los populares pone las cartas boca arriba por si alguien no se había enterado del talante de Casado y sus amigos. El hombre de los doce ministros en la cárcel o en los tribunales, Aznar, elogia a su retoño político y da la bienvenida al PP verdadero. El de siempre pero con vueltas de tuerca y más dureza conservadora. El de las mentiras, las crecientes desigualdades y la corrupción a tope. La derecha extrema que da la mano a la extrema derecha de Vox en Andalucía o donde haga falta. El rearme ideológico del Partido Popular no ofrece dudas con su «ola de cambio». Ordeno y mando en el ámbito de una democracia anémica de por sí. Todo vale en su intento de cazar votos. La culpa de cualquier mal o problema es cosa, por supuesto, de la «progresía española». ¡Menuda refundación del partido! Así que el sabor rancio y retrógrado cabalga muy bien.

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