Hoy rueda la bola. Describe círculos cada vez más amplios, se desplaza serpenteando, destruye y construye en un largo viaje en el que seguirá tejiendo con hilo rojo los caminos de la libertad, La Bola de Cristal. Lolo Rico, su directora, fue también gestora e inventora, prolífica en imágenes y escritos, seductora, firme, reflexiva, impulsiva, manojo de características que definen su personalidad e hizo de ella mucho más que una creadora de programas infantiles.

El espacio de la cultura-comunicación que consiguió construir estuvo poblado de libros, papeles, dibujos, pinturas, música, esculturas reunidas con esfuerzo y con amor. Allí facilitó los encuentros de tantas personas empeñadas en salir de la rancia sociedad en la que habían crecido. Fue un espacio de placer en el que prosperaban las ideas, mejoraban las costumbres, podían alejarse los fantasmas de los estereotipos, el miedo a la novedad. La palabra, el susurro, se sobreponían a los gritos, al silencio obligado.

Le interesaron muchos temas, los abordó desde el pensamiento crítico, el pensamiento de la izquierda: la política, desde el planeta tierra al más minúsculo municipio, la literatura, el cine, el teatro, el documental, las producciones audiovisuales... Su interés se inspiró en estudios y conocimientos desde la semiótica de la imagen con la que desmontar las mentiras que se filtran en la comunicación, la ciencia política, el pensamiento filosófico... Así pudo impartir conferencias, provocar debates, escribir, entrar en el ámbito universitario que tanto amaba. No llegó a conseguir la gran película con la que pretendieron premiarla si consentía en eliminar de su programa La Bola de Cristal el No a la OTAN que tanto molestó al Gobierno de Felipe González. Su negativa a ésa y otras censuras de la democracia incipiente explica la desaparición del programa. Le ha dado tiempo de conocer la evolución de ese delito intelectual que perdura como ofensa principal a inteligencia humana, a la democracia.

Transitó por la izquierda con pensamiento libre, sin aceptar consignas ni censuras. Acertó muchas veces en sus análisis, también dudó, se equivocó, jamás abandonó. Hay mil anécdotas vividas en primera persona, relatadas por otros, que ilustran la historia de esta mujer firme y titubeante, amistosa e intolerante con la estupidez y el idiotismo. Su mirada a la miseria de la ciudad no llegó a cristalizar en el ensayo sobre «Pobre Madrid» que iniciamos juntas. La emigración, la llegada de los perjudicados de la tierra ocupó también sus trabajos. Su participación en las movilizaciones del 15M, a distancia aunque en directo gracias a las nuevas tecnologías, contribuyó a la reflexión política que se produjo en aquellos días. Pudo trasladar a la juventud las elaboraciones conseguidas desde la izquierda en las que había participado.

Fue buena compañera política, amiga, inspiradora de ideas y actuaciones. La frase que recuerdo de nuestro último encuentro del mes de agosto en San Sebastián, da título a este escrito: «Aquí no hay libertad». Lo decía desde la institución en la que ha pasado los meses finales de su vida, donde compartía la vida con «muchas mujeres inteligentes». Dos grandes preocupaciones de su existencia, la libertad, el valor y el progreso de las mujeres. Han dado frutos y engrosan la gran corriente imparable de la libertad de y para las mujeres. Es su mejor herencia.