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Juan R. Gil

Los intereses creados

Salvador ha conseguido erigir una patronal autonómica a base, no de buscar amistades, sino de entrelazar alianzas estratégicas

Cuando Esteban González Pons aún era aquel político excesivo y brillante, mordaz y atrevido, y no el tipo previsible en que se ha convertido; cuando era tan irreverente como para regalarnos a algunos periodistas por Navidad el cuento de El Rey Desnudo o el de El Sastrecillo Valiente con una dedicatoria que ponía «seguro que sabes sacarle provecho», justo cuando a Camps le estallaba el caso de los trajes que le obligó a dimitir; en aquellos tiempos digo, el que entonces era portavoz del Gobierno autonómico aceptó una invitación del Club INFORMACIÓN para hablar de la siempre difícil relación entre Alicante y Valencia. Y acabó su conferencia con una frase sobre la que desde entonces no he dejado de reflexionar: «Ya que no vamos a ser amigos -sentenció-, al menos seamos lo suficientemente inteligentes para ser cómplices».

Si alguien ha sido capaz de entender ese consejo y aplicarlo hasta sus últimas consecuencias, ese ha sido el presidente de la Confederación Empresarial Valenciana (CEV), Salvador Navarro, que en poco más de un año ha erigido, sobre los cimientos de una patronal provincial de sinuosa trayectoria, una organización autonómica sólida, y lo ha hecho no entretejiendo amistades sino entrelazando alianzas. Su momento de gloria se produjo este pasado viernes, cuando más de un millar de empresarios de Alicante, Valencia y Castellón se reunieron en el Auditorio de la Diputación para dar la bendición definitiva a su iniciativa en un acto coronado por Felipe VI. Un acto que se celebró en Alicante, pese a que habría tenido toda la lógica del mundo hacerlo en València, puesto que la excusa era celebrar las cuatro décadas de existencia de la CEV y la CEV nació como organización provincial de Valencia. ¿Qué buscaba Navarro trayendo el fasto a territorio comanche? Cómplices, por supuesto.

Pese a algún error innecesario (¿de verdad se ganaba algo no invitando a Juanjo Sellés, líder de UEPAL, la entidad que todavía aspira a mantener su autonomía?), la jugada ha sido inteligente. El último presidente que tuvo la patronal alicantina Coepa antes de su desaparición, Francisco Gómez, que sí fue invitado y acudió, declaró al finalizar el evento que «la unidad de los empresarios de la Comunidad en la CEV es artificial y forzada por los intereses». Tiene razón. Pero si lo dijo como descalificación, resulta un contrasentido. Porque es precisamente de eso de lo que se trata. De aunar intereses buscando el mínimo común denominador. Mientras no se rompan los equilibrios, mientras la defensa de los intereses de una parte de los integrantes no se imponga de forma sistemática sobre la de los demás, la organización se mantendrá viva, y el día que no lo haga así fenecerá y se montará otra. Ni más ni menos. En el momento álgido de su discurso, Salvador Navarro afirmó que la nueva CEV se ha convertido «en un elemento clave para la vertebración». Y por ahora es cierto: contra viento y marea, Navarro ha logrado que los empresarios demuestren una mayor capacidad para conjugar voluntades y trabajar en común que el resto de actores políticos y sociales. Será porque, después de sufrir en carne viva una de las peores crisis de la historia y con la espada de Damocles de otra, a la fuerza ahorcan. Pero el caso es que en estos momentos hay un mayor grado de entendimiento entre patronos de Castellón, Valencia o Alicante que entre dirigentes de partidos o de sindicatos de las tres provincias.

El acto del ADDA el viernes dejó algunas señales interesantes. No acudieron, como ya han subrayado mis compañeros en estas páginas, los más cualificados prebostes del lobby empresarial AVE. Ni Juan Roig ni Vicente Boluda. Y seguramente fue un descuido -un descuido importante, desde luego, porque en la sala había más de mil empresarios, y eso no es ninguna broma, y estaban representados absolutamente todos los sectores productivos de la comunidad, al máximo nivel-, pero en todo caso tiene su explicación. Porque la consolidación de la CEV de Navarro se está traduciendo en una pérdida evidente de protagonismo de AVE. Y es lógico que AVE no vea el proceso con buenos ojos. Juan Roig (y otros con él, entre los que convendría no olvidar que había algunos alicantinos, como el constructor Jesús Muñoz, que hace tiempo que no participa en sus reuniones) ideó AVE como un club de élite de adscripción voluntaria cuyo objetivo era la defensa de proyectos de interés para la Comunidad Valenciana, pero también para sus propios miembros. Mientras las organizaciones «oficiales» -Cierval, Coepa...- languidecían y se pegaban al poder político para sobrevivir, cosa que finalmente no consiguieron, AVE jugó un papel crucial y autónomo en asuntos tan importantes como la reivindicación del Corredor Mediterráneo, por ejemplo. Pero el renacimiento de la patronal ha alterado el tablero de juego: la presencia de cinco miembros del Consell, con su presidente a la cabeza, más la ministra de Economía y el propio Rey, en el acto del ADDA demuestran que, en adelante, si la CEV no se tuerce, los gobiernos van a estar más atentos a sus movimientos que a los de AVE, por mucho que detrás de ésta última haya empresas de un peso tan formidable como el de Mercadona.

También se vio cómo empieza a cambiar el nomenklator del empresariado alicantino: cómo adquieren cada vez más protagonismo los Palacio, Utor o Mayor, mientras van quedando en segundo plano -por voluntad propia o porque les empujan, como decisión táctica o porque se han quedado atrás- otros apellidos insustituibles en la primera fila de cualquier evento hasta ayer mismo como los Peláez o Arias, e incluso cómo algunos otros que tanto han dado que hablar en los últimos años -Cristóbal Navarro, verbigracia- desaparecen por completo de la platea. Panta rei. Todo fluye. Como fue significativo igualmente que en la sala hubiera más representación de Elche que de Alicante. Elche, que nunca quiso saber nada de Coepa pese a nombrar a varios de los presidentes que la arruinaron, ha encontrado en la CEV juguete nuevo y parece que esta vez no quiere quedarse fuera de la partida.

Pero si algo llamó de verdad la atención fue la representación política. Cuentan que entre bambalinas la ministra Calviño andaba desamparada y que a los consellers asistentes tampoco nadie les hizo caso excesivo. De donde volvemos a que Puig, a pesar de ir cada vez más perdido, sobre todo en Alicante (lo de los presupuestos es otro tiro en el pie), sigue siendo el principal activo que le queda al Botànic y que el Gobierno de Sánchez empieza a contar más en contra que a favor. Pero por encima de todo cantaron las ausencias de quienes se postulan contra Puig para presidir la Generalitat. ¿Dónde estaban Toni Cantó, de Ciudadanos, o Isabel Bonig, la ya proclamada candidata del PP? Ninguno de los dos vinieron en diciembre al acto oficial de conmemoración de la Constitución, que cumplía 40 años, y tampoco el viernes se dignaron pisar el Auditorio. Dirá Bonig que es que con el Rey ya había estado por la mañana en València. ¿Trabaja a media jornada? Porque no era al Rey, sino a mil empresarios, a los que se debía como postulante a presidir la Generalitat. ¿Y Cantó piensa aparecer en carne viva por Alicante para algo que no sean las Hogueras o las cenas de partido? ¿O tenemos que rescatar los viejos vídeos de 7 Vidas para acordarnos de su cara?.

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