Que no hay una normativa clara al respecto sobre el tema de los patinetes eléctricos en Alicante eso está claro, pero no podemos criminalizar de primeras a todos los usuarios de patinetes eléctricos. Donde unos ven una oportunidad de crear una movilidad sostenible otros ven un problema de seguridad y civismo. No podemos juntar el hambre con las ganas de comer. Primero deberíamos replantearnos si Alicante cuenta con una infraestructura de movilidad correctamente diseñada.

La Plataforma por la Movilidad Sostenible de l'Alacantí (PCM) y el colectivo Alacant en Bici han denunciado en numerosas ocasiones la falta de mantenimiento, señalización, diseño y organización del mapa de la ciudad donde se puede circular con la bici, incluso han manifestado su desacuerdo a la solución adoptada para los dos únicos itinerarios ciclistas previstos en los presupuestos municipales de Alicante para 2019.

Hace cuatro años que Alicante no cuenta con un sistema público de alquiler de bicicletas. El sistema público de servicio de alquiler de bicicletas, con 140 bicicletas, le costaba a las arcas del ayuntamiento de Alicante 120.000 euros anuales. En 2010, Sonia Castedo inauguraba junto a Miguel Indurain el tramo desde la Universidad al centro de Alicante con la promesa de 147 kilómetros de carril bici con un mapa de movilidad más que dudoso, no exento de polémica, que no contentaba a la ciudanía, ni a los turistas y que perdura en la actualidad.

Lo que debería ser una apuesta decidida de Alicante por fomentar el transporte sostenible de la ciudad y compatible con el uso de otros medios públicos como el tren, el autobús o el tranvía, y ahora con el repunte del uso del patinete eléctrico, se está convirtiendo en un auténtico quebradero de cabeza para todos.

La empresa de alquiler de motos eléctricas que llegó a la ciudad de Alicante a finales del pasado año, con medio centenar de vehículos repartidos por la ciudad, caracterizados por no emitir CO2 a la atmósfera al no usar combustibles fósiles, además de no emitir ruido al circular, también dejó la ciudad alegando motivos de «rentabilidad».

Las ventas de patinetes se multiplican para ahorrar en gasolina, mucha gente lo utiliza para ir a trabajar y ser lo más «ecológico» posible, y sin ruidos; incluso algunas marcas de coches ya lo incluyen en su oferta comercial. Modelos de empresas nuevas como Lime, que ya ofrece su servicio de patinetes eléctricos en 70 ciudades de todo el mundo, y con Uber y Google entre sus accionistas, tienen un valor en el mercado de 2.000 millones de dólares, según The Wall Street Journal. En la ciudad de Málaga, desde que Lime comenzó a operar hace apenas dos meses, han conseguido más de 6.200 usuarios, que han realizado más de 15.000 viajes por la ciudad.

Alicante tiene la oportunidad de diseñar un modelo cívico que contente a todos y ser escaparate de una ciudad verde y sostenible. Pero da la sensación de que se ha limitado a copiar -sólo en algunos aspectos- la normativa de Barcelona, con la diferencia de que la ciudad condal tiene más de 200 kilómetros bien diseñados.

A día de hoy, en París la legislación autoriza a los usuarios de patinetes a circular sobre las aceras a una velocidad máxima de 6 km/h, una velocidad ligeramente superior a la del peatón. En las vías reservadas a las bicicletas, se puede circular hasta a 25 km/h.

Para Christophe Nakdovski (teniente de alcalde de París y responsable de transporte, viajes, carreteras y espacios públicos) el objetivo es lograr que se comparta de forma equilibraba la vía pública, y esto será indispensable para que los nuevos medios de locomoción sean «bien aceptados por la población», en este caso por los que no utilizan patinete.

Tenemos la oportunidad en dos meses para que la normativa sobre patinetes sea firme, pero no es cosa sólo de normativa, es cuestión de infraestructura porque, en este caso, muerto el perro no se acaba con la rabia.