El cuento es un género literario que reúne cinco características fundamentales: la brevedad, la organización de los elementos narrativos, la subordinación al tema principal, un desenlace breve y la sencillez de los personajes. En un cuento la acción transcurre en un único espacio y con la participación de muy pocos protagonistas; el narrador suele organizar los acontecimientos para alcanzar un cierto efecto, cosa que se consigue en poco tiempo y, por lo general, con un clímax final en el que la conclusión viene a corroborar la tesis planteada por el autor.

Cuando pensamos en cuentos, inmediatamente acuden a nuestra mente escritores de épocas y lugares tan dispares como Esopo, La Fontaine, Samaniego o los Hermanos Grimm. Sin embargo, otros autores, más conocidos por su producción literaria en otros géneros, como la novela, también escribieron cuentos maravillosos. Cabría citar, por ejemplo, a Edgar Allan Poe, Julio Cortázar, Antón Chejov, Franz Kafka o Juan Rulfo, entre otros.

Algunos de los cuentos más famosos siempre se han considerado dirigidos a un público infantil. Sin embargo, muchos de ellos poseen una calidad literaria, y encierran un mensaje, que los convierten en lectura obligada también para los adultos. Yo destacaría, como ejemplo paradigmático, el famoso cuento de La lechera en sus diferentes versiones. La más antigua se atribuye a Esopo (620-564 a.C), pero existen dos más, una de La Fontaine (1621-1695) y otra de Samaniego (1745-1801).

Sin embargo, a mí la versión que más me gusta no habla de una lechera, sino de una vendedora de miel, y es un cuento que aparece en El Conde Lucanor, obra de Don Juan Manuel, escrita entre 1331 y 1335. El cuento al que aludo se titula Lo que sucedió a una mujer que se llamaba doña Truhana. La historia es idéntica a la del célebre cuento, pero en esta ocasión la protagonista, Dña. Truhana, lo que porta sobre su cabeza para vender en el mercado es una olla de miel. Los que han leído algún cuento de El Conde Lucanor, seguro que casi todos lo han hecho en el colegio, sabrán que éstos siempre siguen la misma estructura: en forma de diálogo entre el conde y su servidor Patronio. En el caso del cuento que traigo a colación, la conversación entre ambos la inicia Patronio quien, dirigiéndose al conde, reflexiona: «Señor Conde Lucanor, siempre oí decir que el prudente se atiene a las realidades y desdeña las fantasías, pues muchas veces a quienes viven de ellas les suele ocurrir lo que a doña Truhana».

El desarrollo de la trama, como el de La lechera, es sobradamente conocido. Pero, en la versión de Don Juan Manuel, lo más interesante es la forma en que Patronio le expone a su señor la moraleja de la historia: «Vos, señor conde, si queréis que lo que os dicen y lo que pensáis sean realidad algún día, procurad siempre que se trate de cosas razonables y no fantasías o imaginaciones dudosas y vanas. Y cuando quisiereis iniciar algún negocio, no arriesguéis algo muy vuestro, cuya pérdida os pueda ocasionar dolor, por conseguir un provecho basado tan sólo en la imaginación».

Las sabias palabras que Patronio dirige a su señor nos mueven a pensar que el buen vasallo era un magnífico consejero. Mutatis mutandis, la relación entre ambos podría compararse con la que une en la actualidad a los políticos con sus más cercanos colaboradores, con la gran diferencia de que Patronio no le decía al Conde Lucanor lo que quería oír, sino lo que realmente pensaba que le convenía hacer.

Hoy en día, en especial cuando se aproximan las citas electorales, los políticos comienzan a relatarnos sus propios «cuentos de la lechera». En Elche, el concurso de relatos cortos lo abrió, hace ya tiempo, Pablo Ruz. El líder popular ha prometido, entre otras cosas, un auditorio de 1.500 plazas en la zona de Candalix. Además, ese auditorio sería costeado por la Diputación Provincial. Así que nada, si el PP gana las elecciones, llevaremos el cántaro de leche al mercado, provisional por supuesto, lo cambiaremos por huevos, nacerán pollitos, los cambiaremos por un lechón y, cuando engorde, cambiaremos éste por una vaca. Quizás Ruz y su entorno aún crean en cuentos de hadas. El pueblo hace tiempo que aprendió la moraleja que suelen llevar aparejadas las promesas de obras faraónicas.

Ahora bien, para cuento el que ha creado el gobierno municipal en torno a la «deuda histórica» de la Generalitat con Elche y la lluvia de inversiones con que las administraciones autonómicas y central nos van a premiar si son ellos los que revalidan su mandato: «El Centro Internacional de Diseño y Moda del Calzado, el AVE, la Circunvalación Sur, la conexión del Cercanías con el aeropuerto o con la estación de Alta Velocidad...». Menos mal que todos hemos leído El Conde Lucanor en el colegio y no damos por buenas «las fantasías o imaginaciones dudosas y vanas».