Se alejan desde la altura los campos verdes, los ríos, canales, estanques, los molinos del viento convertido en energía. Se cumplió la esperanza de cincuenta años atrás cuando aquí prosperaba la energía solar. Industria y agricultura, Alemania mimada, saqueada primero, acariciada después por la mano europea, la norteamericana, el dinero global.

Se acercan las tierras duras, erizadas de asfalto, en las que aún consiguen resistir olivos y naranjos, almendros, algún que otro frutal, unas pocas hortalizas. El sol, las playas, las huríes, el alcohol, la basura sin cortapisas. Detrás de las paredes de papel, entre ladrillos de vida corta, anida una esperanza persistente. ¿Alicante despiertas?

El martes fue 15 de enero. El domingo 13, desde las 8 de la mañana, viejos y jóvenes, bebés, ancianos, se preparaban para pasear emocionadamente durante horas por la calles de Berlín, desde la Frankfurter Tor hasta el cementerio socialista donde queda el recuerdo de tantos alemanes socialistas, brigadistas en la guerra de España (¡¡no todos fueron nazis ni cerraron los ojos!!), el recuerdo de Rosa Luxemburg, de Carlos Liebknecht, dos víctimas del odio anticipado, de la crueldad que empezó con aquellos culatazos despiadados contra seres indefensos, contrarios a la violencia y a la guerra. Estremece el lugar a la orilla del río por donde deslizaron su cadáver empedrado y hoy flota en el monumento que ha hecho pervivir su nombre. Llovió mansamente, sin parar durante todo el trayecto, como ha llorado la izquierda durante este siglo cumplido el 15 de enero esperando el triunfo de la razón, del pensamiento crítico de la práctica política de esa forma de democracia que es la participación.

Hoy como ayer, como el siglo pasado, conviven la ambición y la miseria, resucita cada día el deseo del triunfo personal (individuo o partido) sobre el conjunto entero de la polis. Mandan las urnas llenas de votos vengan de donde vengan. Hoy como ayer molesta la palabra, el contrapunto, el ejercicio abierto de la militancia ciudadana, el único protagonista legítimo de la gobernanza, del gobierno del barrio, la ciudad, el pedacito estrecho de los gobiernos todos.

Hay esperanza, es una palabra, es una realidad contra todo pronóstico. Esa realidad atronó nuestras calles aquí, en Alicante, el 15M con reuniones abiertas, con análisis, con intervenciones en los problemas de las gentes. Levantaron las manos, señalaron con su dedo las heridas sociales más graves, nombraron a sus autores. La explosión del 15M caldeó los corazones y empujó tantos trabajos de los que aún quedan ecos.

Luego la voz se la llevó la urna, el primer desaliento de aquellos días prometedores. El desaliento duró poco, renació, mal copiado, en el intento de «asaltar los cielos» que jamás existieron. Y con la calentura del asalto perecieron en el fuego cosas imprescindibles, las que han faltado en tantas intentonas de gobierno que perdieron el rumbo, cualquier rumbo, tanto en los programas como en el ejercicio solipsista de un poder enflaquecido por el mismo aislamiento que lo ha caracterizado. No hubo participación en el sentido radical luxemburguiano. No lo promovió el poder, no lo demandó la militancia ciudadana que dejó de ser militancia como había comenzado a serlo en aquellos encuentros vespertinos, callejeros, tan esperanzadores.

No ha sido posible en estos cuatro años construir red alguna de poder ciudadano capaz de co-gobernar, de evaluar con presteza y corta periodicidad los aciertos y errores de los gobiernos tripartitos en la ciudad, en las comarcas del sur, en la autonomía, en la representación parlamentaria y europea. Desde la izquierda más tenue, la del Partido Socialista hasta los más radicales como el asaltante celestial Podemos enredado en sus cuitas, hasta las todavía existentes redes sociales, aunque sean residuales, el poder ha vuelto a concentrarse en los representantes políticos, y la militancia ciudadana ha vuelto a recostarse en su abandono.

No hay fórmula divina, cielos que conquistar, piedras filosofales para conseguir el milagro del triunfo electoral con votos ficticios, inventados primero en las primarias mientras se abandona el encuentro, el reencuentro, la discusión abierta, la recuperación de modos y maneras participativas. Difícilmente llegarán los votos de las urnas cargados de esperanza. Más difícil será si no hay una inteligente astucia que reconozca la confusión con la que se construyeron gobiernos de confluencia y se abandonaron las cuestiones principales pendientes tras dos décadas de gobierno conservador aprovechista, el control de las grandes contratas intocadas: transporte público, limpieza y tratamiento de residuos, empresa de aguas; promoción y recuperación ética de la participación. Urge el acuerdo plural sobre presupuestos que sometan trimestralmente sus cuentas, en sesiones abiertas a expertos y contribuyentes... Una propuesta de mínimos para la pedagogía política y la recuperación de la ocasión perdida.