A mediados de los ochenta del siglo pasado el sistema financiero español estaba muy revolucionado. Había tres grandes bancos con su sede en Madrid: Central, Hispano y Banesto, los tres habían disfrutado de los «favores» de la dictadura y eran respetados por los gobiernos de la democracia, los tres estaban anquilosados con prácticas bancarias antiguas y cargados de personal con baja productividad. Por otro lado, existían otros tres bancos: Bilbao y Vizcaya con sede en Bilbao y Santander con sede en esa plaza, los cuales tenían directivos formados en el RU y EE UU, y que empezaban a practicar en España una banca más moderna y con mucha mayor productividad; aparte estaban otros bancos pequeños o medianos: Popular, Sabadell, Pastor, Guipuzcoano y otros y las cajas que se limitaban a operar en sus territorios. Los consejos de administración de los bancos controlaban una pequeña parte de su capital, es por ello por lo que todos estaban expuestos a recibir una OPA de cualquier competidor español o extranjero. El Gobierno de Felipe González se percató pronto de las dificultades que tenía la banca española por su baja capitalización y entonces comenzó a preparar una política que permitiese a los bancos productivos a fusionarse con los grandes e improductivos.

El primero que recibió el mensaje del Gobierno fue el Banco de Bilbao. Lanzó una OPA sobre el Banco Español de Crédito (Banesto) y esta era beneficiosa para los dos y con el beneplácito de todos los mercados, pero la prensa de Madrid junto a políticos procedentes del franquismo comenzaron una campaña contra que un banco vasco pudiera «apropiarse» de un banco español y entre unos y otros frustraron la operación que estaba bendecida por López de Letona, consejero delegado de Banesto. La operación se frustró y López tuvo que dimitir dando entrada a Mario Conde.

El Gobierno de González tenía previsto que después de la fusión Bilbao-Banesto hubiese otra del Vizcaya con Central o Hispano, pero después de lo visto, el tema quedó estancado y al Bilbao y al Vizcaya, que necesitaban una mayor capitalización, no les quedó otro remedio que realizar la fusión BBV. A todo esto, el Vizcaya tenía en un paraíso fiscal varios miles de millones de pesetas preparados para hacer frente a cualquier OPA hostil, su fusión amistosa con el Bilbao dejó ese dinero en el paraíso fiscal sin utilizar, cosa que posteriormente pagaron muy caro todos los consejeros del BBV.

La fusión BBV fue muy difícil, se realizó de igual a igual, chico-chica, y se nombraron dos presidentes, Emilio Ibarra y Pedro Toledo. Aunque el objetivo era común, eran dos ejércitos que luchaban unidos pero cada uno por su cuenta lo cual provocó enormes enfrentamientos. Todo se arregló cuando de forma inesperada murió Pedro Toledo. El consejero delegado Alfredo Saénz, procedente del Vizcaya, quiso pasar a copresidente, pero el Banco de España zanjó la cuestión dejando como presidente único a Emilio Ibarra. Saénz debió quedar resentido y cuando el BBV lo envió al frente de un equipo de 30 personas a inspeccionar Banesto, resulta que cuando acabó la inspección desconozco cuál fue el informe que dio a su banco BBV y cuál al Santander, pero lo cierto es que el banco cántabro se quedó con Banesto y nombró presidente del mismo a Alfredo Saénz.

Tras los problemas habidos en la fusión BB-BV, cuando el BBV decidió fusionarse con Argentaria, aparte de hacerlo a un precio muy bajo, exigió a Francisco González que prescindiera de su cúpula directiva, cosa que este admitió enviando a su casa, con millonarias indemnizaciones, a sus colaboradores más directos a cambió de estas ventajas para el BBV. González consiguió ciertas ventajas en el consejo de administración del nuevo BBVA. Una vez en el consejo, González descubrió las cuentas que el BBV tenía en un paraíso fiscal y le faltó tiempo para denunciarlo al gobernador del Banco de España, Jaime Caruana. Todos los consejeros del BBVA procedentes del BBV tuvieron que dimitir y González quedó como único dueño y señor del BBVA. Recientemente ha nombrado a Jaime Caruana consejero del BBVA.

Es curioso cómo una persona como Francisco González que tenía escasos conocimientos bancarios, que fue presidente de Argentaria por ser amigo de José María Aznar y que llegó a ser presidente del BBVA por caminos poco ortodoxos, ahora que se iba como presidente de honor del banco con casi 100 millones de euros de pensión, sale un personaje como el excomisario José Manuel Villarejo y nos retrata a González con su verdadera cara.