Nuestra ciudad ha vivido días gloriosos para el deporte alicantino. En los años 70 y 80 fuimos protagonistas a nivel nacional. En fútbol el Hércules y, sobre todo, en balonmano con el Calpisa, quien puso el nombre de nuestra ciudad en lo más alto de las competiciones nacionales e internacionales. Hasta coincidieron bajo el patronazgo del Hércules el balompié y el balonmano. Corría la temporada 81/82 y en los recientes campeones de Europa todavía se mantenían jugadores de la talla de Cabanas, Labaca, Cascallana, Mazorra o el alicantino Poli, al que contemplan 17 temporadas en la élite. Más tarde a principios de este siglo, llegó la época dorada del baloncesto con el Lucentum con casi una década en la ACB, coincidiendo con la mejor racha en el Hércules de Ortiz, ocho años en segunda y uno en Primera.

Pero a la desaparición del balonmano y la caída en picado del baloncesto se les ha unido la peor racha del Hércules de Ortiz. La entidad blanquiazul lleva cinco años seguidos militando en la maldita Segunda B, a los que habría que añadir otros seis de la primera época, lo que hace un total de once de los 20 de Ortiz como máximo accionista. A esta época horribilis, a este tiempo marchito para el deporte alicantino, le acompaña para empeorar más el panorama el trato que se le da desde los poderes políticos a la ciudad, tanto desde la Generalidad como desde los presupuestos del gobierno de Sánchez. Como para salir del envite airosos. Al Hércules que desde fuera pocos ayudan, internamente parece que tampoco.

Va de capa caída, a lo institucional, con problemas para conformar una junta de su centenario y sin presidente tras la tocata y fuga de Hernández, se le une lo deportivo, en caída libre hasta la sexta plaza y a nueve puntos del líder. Al equipo, aparte otras cuestiones, fundamentalmente le falta gol. Gol que tenía aquel Calpisa glorioso, con Pitiu, Albisu, Melo o Uría por doquier. Gol que tenían en el Hércules de Rico Pérez los Barrios, Kustudic o Reces. Gol que Portillo trata de poner al servicio del actual Hércules, con Jona y tal vez Benja. Uno, con media de algo más de seis al año, otro escasos cinco. Los dos sin marcar en lo que llevamos de curso. Sin gol no hay paraíso.