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Descifrando facturas

Coincidiendo con las horas decisivas del follón que se traen con Brexit p'arriba, Brexit p'abajo y con la entrada en los dominios parlamentarios de los Presupuestos a contracorriente liderados por el señor llamado Sánchez, se me ocurre llevar el coche al taller para que le hagan la revisión. Si tras más de cuarenta años conduciendo en el mismo sentido aún no he logrado entender la factura que está a punto de caerme de nuevo, ¿cómo voy a ser capaz de detectar las claves del proceso que propició Cameron para defender la permanencia en la UE encendiendo al personal con el referéndum aquel o del que emprendió el de aquí blandiendo que lo hacía para convocar unas elecciones a las que viene resistiéndose como alma que lleva el diablo desde que mandó a Rajoy a sumirse en la vidorra que quería seguir practicando pero sin la molestia de ser fiscalizado? La respuesta es obvia: y yo qué sé.

Entrego el coche poco antes de las once, aprovecho el tiempo muerto para hacer gestiones y, cuando miro las llamadas, me percato con retraso de que he tenido unas cuantas del concesionario. Como ya había quedado en pasar por la tarde, me invade un sudor frío pensando en que le hayan encontrado algo y quieran que postergue la recogida. Al ser la hora de comer, nadie contesta. Cameron, pese a estar alejado de la política, se puso en contacto con May el mes pasado para asesorarla sobre posibles salidas al mogollón del que algo sabe y que incluirá en las memorias que tiene previsto publicar este año sin problema alguno. Las del nuestro tampoco tardarán tanto aunque él siga dilatando, consciente de que sacar los Presupuestos «más sociales de la década» con los apoyos que los sacaría significa en fin lo que significa.

Total que llega la hora de la cogida, accedo al mostrador, pregunto ansioso cómo está el coche, me dicen que perfecto, que no tenía nada y, como siempre, me dan la estocada de la que no hay manera de librarse apoyada en la certeza de que, el andoba, ni flowers. Es la mecánica, amigos.

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