Todo el mundo habla hoy de populismo. No ha sido elegido término estrella del año pero es seguro que, desde la Gran Recesión, no hay otro que haya dominado tan claramente el lenguaje de la política.

Fue raramente empleado en el siglo XX -salvo en casos especiales, no del todo esclarecidos, como el peronismo- al quedar eclipsado por otros más potentes: nacionalismo, comunismo, fascismo, etc. Más cercano en el tiempo, teóricos post-marxistas como el argentino Ernesto Laclau inspiraron un confuso populismo de izquierdas que se materializó en movimientos políticos en América Latina ( Hugo Chávez, Rafael Correa), o en Europa (PODEMOS, Syriza, Cinque Stelle); más recientemente aún, se habla de populismo en relación con el Brexit, Donald Trump, Geert Wilders, Demócratas de Suecia y otros líderes y movimientos autoritarios y xenófobos que se dan en Europa.

A pesar de su interés, el populismo ha tardado en entrar en el análisis académico. Son escasos los estudios relevantes (los principales, debidos a Hans-Georg Betz y Margaret Canovan), dadas su complejidad y variabilidad. Tal vez un consenso amplio sobre qué es el populismo se encuentre en la definición vertida por Cas Mudde, un teórico y publicista holandés, colaborador de The Guardian. Según Mudde el populismo es «una ideología según la cual en la sociedad se da una división fundamental entre dos grupos antagónicos, el grupo de los puros (el pueblo) y la élite corrupta». Añade Mudde otro elemento: el populismo postula que «la política debe expresar la voluntad general del pueblo».

Desde este punto de vista, como el propio Mudde señala, el populismo implica moralismo, un discurso de buenos y malos. Los buenos son la gente, el pueblo, la inmensa mayoría que no tiene intereses antagónicos o valores diferentes, sino que comparte los mismos intereses y valores: los puros; y por otro lado están los impuros, los malos, las élites corruptas que gobiernan a su capricho y en su propio beneficio. Este antagonismo se resuelve mediante la movilización de los buenos, del pueblo, el cual expresa la voluntad general, comandado por líderes carismáticos.

Movimientos como el chavismo, PODEMOS y otros similares, se ajustan a la definición de populismo de Mudde, e inicialmente partieron de estos postulados. Pero, como sucede en otros momentos de la Historia, el recorrido de estos populismo suele ser corto, efímero, pues si el populismo gana y llega al poder, el discurso ya no puede mantenerse y deriva en autoritarismo, dictadura o versiones ultranacionalistas; y si no llega, entonces o bien se acopla al sistema (SYRIZA o PODEMOS) con discursos más o menos de izquierda, o permanece en una confusa indefinición (Cinque Stelle), ni dentro, ni fuera.

Mudde apunta a que el verdadero y más acendrado populismo está vinculado a procesos de radicalización de las derechas en coyunturas de crisis. En estos casos viene acompañado de otros componentes, como es el nativismo (el rechazo al diferente, al extranjero, al inmigrante) o el autoritarismo. Desde este punto de vista, fenómenos como el Brexit, Trump, la Liga, Orbán, pero también otros como podría ser el independentismo catalán, podrían explicarse de este modo. En todo caso, el rasgo común a toda clase de populismos, sea de derechas o de izquierdas, es que si bien se declaran radicalmente democráticos, apelando a la democracia directa y cuestionando el parlamentarismo, muestran un radical desprecio por el Estado de Derecho, por la división de poderes, cuestionan los derechos de las minorías, de los diferentes, de los extraños sean inmigrantes o extranjeros, y en general de la libertad y la igualdad de las personas.

Conforme a la definición de Mudde, ¿se podría considerar por ejemplo a Vox como partido populista? No parece. Vox no emplea el discurso del pueblo, los puros, contra las élites corruptas; al contrario, más bien se alía con un PP declarado judicialmente partido corrupto. Por otra parte buena parte de sus líderes y temáticas han anidado en el PP, un partido que nunca se desprendió del legado nacional/católico del franquismo. Otra cosa es que trate de conectar con ese nuevo populismo autoritario y ultranacionalista que se expande por Europa para establecer una franquicia en España. En tal caso que el PP se vaya preparando porque será fagocitado.