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Villena, otro argumento más

Mientras la temporada taurina transcurre al otro lado del Atlántico como viene siendo tristemente habitual, es decir, con las amenazas de abolición en algunas latitudes (como en Lima), las prohibiciones de facto en otras (como en Medellín), y con los novilleros y matadores intentando honrar su profesión allá donde les dejan, por tierras de la piel de toro la semana ha venido marcada por dos noticias: el estado de salud de El Soro y el fallo judicial sobre la continuada prohibición del Ayuntamiento de Villena para dar espectáculos taurinos.

La pierna izquierda del torero de Foios corre peligro. Meses atrás se conocía que Vicente Ruiz había superado a duras penas un infarto de miocardio y tres anginas, a causa de lo cual fue operado para colocarle un stern en el corazón, y a través del cateterismo que se le realizó por la ingle se introdujo también la infección que ha afectado gravemente a la prótesis insertada hace años por el doctor Cavadas en la extremidad maltrecha del torero, que ahora ha vuelto a complicar su estado de salud y, sobre todo, poner en peligro la viabilidad de esa pierna. Ante esta situación desgraciada, por cierto, ese presunto artista musical conocido como Valtonyc, que vive desterrado en Bélgica pasando por víctima de una hipotética falta de libertad de expresión en nuestro país, ha vuelto a mostrar su odio envenenado a través de un tuit abominable. Él y unos cuantos más. Por los animales parece que siente mucha empatía...

Y también Villena se ha situado en el centro mediático, ya que se ha erigido en estos días como argumento al ganar otra batalla por la libertad de los aficionados. La Peña Cultural Taurina Villenense, representada por la Fundación Toro de Lidia, ha litigado contra la desestimación continua de su consistorio para ofrecer espectáculos taurinos en el coso de la capital del Alto Vinalopó. Ante la prohibición sufrida en 2016, en febrero del año pasado un juez ya dictó sentencia sobre el argumento esgrimido por el ayuntamiento para la denegación, «por cuanto que los espectáculos taurinos tienen connotaciones negativas y no conviene asociarlo al municipio», y destacó la arbitrariedad evidente con que había obrado la institución.

En esta ocasión, las razones para la negativa del ayuntamiento se situaban en el «cumplimiento de la legalidad sobre el aforo» y por ser una «celebración poco oportuna desde el punto de vista social y cultural de la ciudad». Ambos quedan rechazados por el Juzgado de lo Contencioso Administrativo Número 1 de Alicante, e importan sobre todo las razones que desautorizan el segundo de ellos, pues la sentencia recoge que «siendo la tauromaquia un patrimonio cultural digno de protección en todo el territorio nacional, el municipio de Villena no constituye una excepción a esta máxima establecida legalmente», y abunda en la reciente sentencia que anulaba la Ley balear, según la cual quedan «definidas las corridas de toros por el Tribunal Constitucional (STC 177/2016) como una actividad con múltiples facetas, por presentar un complejo carácter como un fenómeno histórico, cultural, social, artístico, económico y empresarial», todo lo cual no deja de ser una realidad lógica y de sentido común, alterada por los ideales animalistas extremos de ciertos colectivos y partidos políticos como el de Los Verdes, que gobierna en Villena.

Lo más grotesco del asunto lo ha encarnado precisamente el alcalde Javier Esquembre, al afirmar que no se ha censurado la celebración de corridas de toros, sino las deficiencias estructurales del coso. No solo ha permitido la degradación de un inmueble valiosísimo para sus vecinos, sino que además considera a estos poco menos que estúpidos al realizar tales declaraciones. Recurrirán la sentencia, claro, y volverán a tratar de prohibir cuantas veces haga falta cualquier espectáculo taurino, porque adoctrinar es su ideología. Solo promover contra este alcalde y cuantos atenten contra la fiesta las medidas legales oportunas en el ámbito penal podría frenar tanto desaguisado: que no salga gratis a nadie atentar contra la libertad de los demás. La estulticia y el afán de supremacismo ideológico no tienen límites, a lo que se ve.

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