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Queremos saber

El Feminismo, ese «principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre y, [por ende], el movimiento que lucha por la realización de esa igualdad», me ha acompañado en el proceso de niña a mujer. Cuatro mujeres marcaron, de un modo u otro, mis años de infancia y adolescencia: Simone Veil, ministra de Sanidad en los gobiernos de Jacques Chirac y Raymond Barre, quien aprobó la ley de acceso a los anticonceptivos en 1974 y la llamada «ley Veil» en 1975, que despenalizó la interrupción voluntaria del embarazo; Françoise Giroud, secretaria de Estado de la condición de la mujer, que implantó medidas de empleo y protección a las mujeres en 1975; Simone de Beauvoir, de la que se cumplieron 111 años de su nacimiento el 9 de enero, y cuya célebre frase: «No se nace mujer, llega una a serlo» sigue siendo referente del feminismo; y mi madre, una mujer que, aun sin estudios fue mi maestra y referente en valores repitiéndome desde pequeña que tenía que tener un trabajo para no depender de ningún hombre. Ser feminista, no tener adhesiones inquebrantables, o ser hija de inmigrantes españoles en Francia han marcado mi trayectoria vital, investigadora y ahora política. En tiempos de vocerío y confusiones malintencionadas, conviene hablar claro desde una tribuna.

¿Qué ha pasado después del 2D?

Aunque se estaba alimentando desde hace meses, una inusitada agresividad gestual y verbal ha aparecido con descaro en casi todos los dirigentes políticos. Ha irrumpido, con tronío, una fuerza de extrema derecha en el parlamento andaluz y hemos asistido a las prisas por crear una gran coalición de derechas en lugar de formar un cordón sanitario en torno a esa fuerza populista, como se ha hecho, por ejemplo, en Francia. El resultado es que, hasta Cs, un partido que se decía de centro, se ha aliado de hecho con ese frente antiprogresista, sin importarle que en el viraje logros sociales conseguidos por todos los partidos como la igualdad, las medidas para combatir la violencia de género o los derechos de los colectivos LGTBI saltaran por los aires, y haya que atrincherarse para que nadie los toque. Sí, de repente, hemos vuelto al pasado; de repente, el consenso conseguido en torno a lo que se denomina Violencia de Género (VG), se resquebraja porque un partido, con mensajes ofensivos y llenos de resentimiento, pretende negarla y refundirla como violencia doméstica, tratándola como una violencia más. Nadie se atrevió, ni se atreverá, a decir que el terrorismo de ETA es una violencia más, ¿verdad? ¿Quién o quienes, por acción u omisión han tolerado este despropósito?

Una «semana de Pasión»

Las mujeres, los demócratas, las personas homosexuales, los inmigrantes,? se han convertido en moneda de cambio en la negociación política que ha tenido lugar esta semana entre el tripartito en la que todo vale, con tal de tocar poder. La urgencia política era conformar gobierno para mejorar la vida de los andaluces. ¿Creen que derogar la ley de igualdad, la ley de VG y la ley de derechos de los colectivos LGTBI era una prioridad para las familias andaluzas? Hay quien atribuye el mérito a Vox, por haber puesto patas arriba el consenso existente en torno a la VG. No confundamos, el demérito es del resto de partidos -PP y Cs- que no han sido valientes para negarse a negociar con quienes cuestionan lo incuestionable. No cabe debate sobre VG porque todos los organismos internacionales la han tipificado, porque responde a un comportamiento , el machismo, que piensa que la mujer es posesión del hombre y fue concebida para uso y disfrute de él; no cabe debate sobre VG porque no conozco a hombres víctimas de violaciones en grupo a manos de mujeres ni hombres que soliciten la parada violeta de los autobuses urbanos cualquier noche en cualquier ciudad; no cabe el debate sobre VG porque los asesinatos machistas están a la orden del día. ¿Esto quiere decir que no haya hombres asesinados por mujeres? No, pero en menor proporción y, en todo caso, para ayudarles, no hay que eliminar la protección a las mujeres. De igual forma, la prostitución masculina existe pero cuando hablamos de prostitución, más del 90% la ejercen las mujeres, viene motivada por diferentes razones y ahora se integra en la violencia de género, tipificada como explotación sexual. Las asociaciones de mujeres víctimas de violencia machista salvan vidas, proporcionan ayuda psicológica, pisos de acogida para ellas y sus hijos y la «paguica» como algún desalmado la ha llamado es una ayuda económica para mujeres que generalmente no trabajan o tienen pocos ingresos que les impiden abandonar el infierno familiar. Para que una mujer se sienta fuerte y denunciar ha de superar el miedo, la culpa y la precariedad económica. ¿Por qué Vox cuestiona las ayudas a asociaciones de víctimas de VG y solicita ayudas para asociaciones de Tauromaquia y Caza? ¿Se atrevería a cuestionar ayudas sociales que se dan a otros colectivos?

Y ahora, ¿qué?

El PP vende como conquista el haber conseguido eliminar del pacto de gobierno la derogación de las tres leyes mencionadas, pero lo que no han conseguido, ni conseguirán, es eliminar sus convicciones de atacarlas, como sin pudor afirman desde el partido. ¡Ojo! Atacarlas supone atentar contra derechos fundamentales como la igualdad. Apelar, por ejemplo, a la colaboración ciudadana para delatar a la policía a los inmigrantes sin papeles es incalificable desde el punto de vista humano. Me dirijo e interpelo a las mujeres del PP y Cs exigiéndoles que no jueguen con las libertades de las mujeres, unas libertades conseguidas tras muchos asesinatos, violaciones y muchas reivindicaciones en la calle. No mercadeen con nosotras por intereses de partido, es deshonesto y peligroso.

Las mujeres, los colectivos LGTBI, los inmigrantes, las personas defensoras de la igualdad y los derechos humanos queremos saber si se repetirá el mismo mercadeo en cada comunidad autónoma, en cada ciudad, en cada pueblo en la próxima cita electoral. Queremos saber, que decía el programa de Mercedes Milá, ¿cuánto vale tocar poder? Las interpelo a ellas remitiéndome a los nombres citados al principio de este artículo porque la condición de las mujeres va más allá de votar a uno u otro partido, por eso el feminismo es un movimiento transversal. A quienes piensan que el feminismo no es ni de izquierdas ni de derechas, ha llegado la hora de que demuestren que el futuro, el bienestar y la libertad de las mujeres está en juego y eso es, ni más ni menos, más de la mitad de la población.

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