Acaban de concederle a Rafa Nadal el Premio Nacional al Deporte. Fíjense, a él, que es para muchos el mejor deportista español de todos los tiempos, que lleva ganándolo todo desde hace quince años y que todavía hoy sigue teniendo el mismo amor propio e idénticas ganas del principio, imprescindibles para no apearse del podio. Nadal es el número 2 del mundo desde agosto pasado, cuando era el número 1. Pero también se ha hecho rico con el deporte, y eso es algo que muchos no son capaces de digerir, porque la envidia les corroe, como diría Alaska. Aunque bien está lo que bien acaba, creo que el reconocimiento se ha demorado en demasía. Considero además que Nadal es una persona que debería ser puesta como ejemplo para nuestros jóvenes, porque encarna valores muy estimables como el esfuerzo, el tesón, la capacidad de trabajo y el afán de superación, que es positivo tratar de emular. A la juventud se le vende con demasiada frecuencia una realidad acomodaticia a través de las redes sociales, que dista mucho de ser germen de nada productivo. Y, paradójicamente, muchos se muestran profundamente infelices a pesar de, en apariencia, tenerlo todo.

Esta reflexión me ha llevado a trasladarles varias claves para la felicidad del profesor de Psicología de Harvard Tal Ben-Shahar, ya que con tanto énfasis nos la deseamos los unos a los otros en estos primeros días de 2019. Este profesor considera que las relaciones personales cara a cara, íntimas y profundas, son el primer indicador de felicidad. A menudo abusamos de las relaciones virtuales, en lugar de vernos y abrazar en su caso a las personas a las que apreciamos y mostrarles que las queremos -esto añadido de mi cosecha. La simplificación de la vida, el no hacer tantas cosas sino ser mono-tarea, es otro de los postulados de este profesor, que alude a la necesidad de buscar islas de cordura, como leer un libro o meditar, en estos momentos tan frenéticos. Realizar ejercicio físico aeróbico suave tres días por semana, lo que coincide con los propósitos para el año de casi todos nosotros. Darnos permiso para vivir las emociones negativas, que el hedonismo de esta sociedad nos ha obligado a esconder. Mostrar gratitud hacia los demás y, por último, buscar cada día actividades que le den significado. Si lo pensamos no son grandes descubrimientos, pero con demasiada frecuencia nos desconectamos de nosotros mismos y olvidamos que nuestra misión más importante en la vida es tratar de ser felices.