España exporta más a África que a América Latina. Esa constatación sería suficiente para que las gestiones exteriores y diplomáticas españolas presten más atención a lo que sucede en el vecino continente. Además, la única forma de reducir la inmigración subsahariana que nos llega en pateras y que supone la pérdida de centenares de vidas es la colaboración con África. La Unión Europea ha impulsado desde el pasado septiembre la Alianza África-Europa para la Inversión y el Empleo Sostenible, dentro del plan europeo de inversiones exteriores propuesto por el actual presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker. Por eso, entre otras cosas, la reciente visita a Mali del presidente Sánchez y la presencia desde hace años de instructores militares y policiales españoles en África cobra todo su sentido. Aunque la mirada de los españoles sobre África no llegue mucho más allá del Magreb.

África vive lo que el propio ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell (revista Temas. Enero-febrero, 2019) ha llamado las transiciones. Una transición demográfica, África duplicará su población en los próximos 30 años llegando a 2.400 millones de personas. En algunas zonas, como el Sahel, supone ya que muchos emigren -hay que tener en cuenta que de cada cinco migrantes africanos, solo uno abandona el continente- y necesiten asistencia humanitaria y nutricional, especialmente en el entorno del lago Chad, haciendo imprescindible la intervención de la ONU con su Programa Mundial de Alimentos. La segunda transición es la económica: el continente crece por encima de la media mundial y lo seguirá haciendo durante los próximos años, un 2,9 para 2019; en algunos países como Costa de Marfil o Ghana superan el 7%. A ello contribuye la reciente creación de dos comunidades económicas, la de África occidental (CEDEAO) y la de los Estados de África central (CEEAC). Está en embrión, además, una zona de libre cambio en la que participarían 46 países africanos. La tercera transición es la medioambiental: las sequías, la destrucción de la agricultura tradicional y el avance de la desertificación están en el origen de las migraciones de millones de personas, en su gran mayoría mujeres y niños. «La superficie del lago Chad ha pasado de los 25.000 km², en 1960, a 2.500 km² en 2009» (INFORMACIÓN, En el borde del abismo: el Sahel, 5-VIII-2017) es un desastre ecológico que afecta a millones de africanos que viven de los recursos que proporciona (pesca, ganadería, agricultura y comercio). Y que ha llevado a enfrentamientos entre agricultores y pastores en Nigeria con centenares de muertos. África sufre las consecuencias de una contaminación que no provoca. Por último, la transición más delicada es probablemente la política: El informe del secretario general al Consejo de Seguridad (S/2018/117), de 28 de diciembre pasado, enumera las elecciones que se están realizando en toda la zona del Sahel, «han experimentado una ligera mejora», «sin embargo los periodos pre y post electorales se han caracterizado a menudo por las impugnaciones y disputas». En 2019 se van a celebrar en Benín, Guinea, Guinea-Bissau, Mauritania, Nigeria y Senegal, y ha habido alternancia pacífica en el poder en Liberia, Sierra Leona, elecciones locales en Costa de Marfil. Y presidenciales en Mali, donde estuvo recientemente el presidente Sánchez y donde están militares y policías españoles formando a fuerzas de seguridad locales para hacer frente a la guerrilla de Boko Haram. La presencia de grupos islamistas o redes delictivas en la cuenca del Chad, Níger, Nigeria y Burkina Fasso es otro de los factores origen de las migraciones.

El actual presidente de la Unión Africana, Paul Kagame, presidente de Ruanda, ha dado un enfoque nuevo a la Unión. Busca una África «pacífica, próspera e integrada», según su propio informe. Pretende para la UA una autonomía financiera en base a una tasa sobre las importaciones extracontinentales. La presencia de Kagame, un presidente reformista, ha sido clave en el reinicio de las negociaciones sobre el Sáhara. También, por eso, ahora la Comunidad Europea pretende reforzar su colaboración con África dentro la Alianza África-Europa. Se movilizan inicialmente cuatro mil millones de euros para la creación de puestos de trabajo, infraestructuras en electricidad y transporte, y la posibilidad de que estudiantes y profesores africanos se beneficien del programa Erasmus+. España tiene un Plan África, del Ministerio de Asuntos Exteriores, que intenta contribuir a la movilidad ordenada de las migraciones en origen.

La devolución de miles de refugiados que predican algunos nacional populistas es un brindis al sol. Pura demagogia.