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Periodismo sin noticias

Cada vez más analistas creen que los periódicos deben reinventarse con "productos diferentes"

¿Y si la solución de la crisis de la prensa fuera olvidarse de las noticias? No, no es ninguna ocurrencia sin fundamento. Ante la crisis de los medios, una legión de gurús no para de darle vueltas a cómo sacar el periodismo del hoyo en el que se encuentra. Que si es cuestión de ofrecer más calidad, que si hay que acercarse a los lectores allá donde estén y hablarles en su idioma, o que si hay que exprimir las inmensas posibilidades que ofrecen las ya no tan novedosas nuevas tecnologías. Para salir del pozo, lo primero que hay que hacer es dejar de cavar. ¿Parece evidente, verdad? Pues todavía hay quien sigue picando; debe de ser por si encuentran petróleo. Pero sí, lo primero es dejar de picar, pararse a pensar y, si aún no es muy profundo el hoyo, otear en el exterior a ver qué hay. Es costumbre que a primeros de año florezcan las previsiones para el nuevo ejercicio. El muy ponderado analista de medios Luis Oz recogía en "El Mundo" los pronósticos y las propuestas de los expertos del Nieman Lab -la NASA del periodismo- para este 2019. Entre los muchos lugares comunes que se repiten una y otra vez, brilla por sí misma una idea, por lo aparentemente disparatada y, a la vez, ajustada a la realidad presente. Sostiene Hossin Derakhashan, investigador del MIT y del centro Shorenstein de Harvard, que "la crisis nuclear del periodismo no está en los modelos de negocio, en la calidad, en la ética o en la confianza de los lectores". Es decir, que echa por tierra todo lo que creíamos haber avanzado en busca de una solución. El analista iraní-canadiense y columnista de "The Guardian" lo explica aclarando que el verdadero origen de la crisis de la prensa "está en su pérdida de relevancia cultural tras casi dos siglos y, como consecuencia, en su pérdida de valor". No ha descubierto la pólvora. Eso ya lo sabíamos hace mucho tiempo: lo reflejan todas las cifras que no dejan de caer en un pozo sin fondo. Pero, probablemente, no nos habíamos atrevido a afrontar la pregunta clave: ¿Si no tiene ni relevancia ni valor lo que ofrecemos a nuestros lectores por qué nos empeñamos en cebarles con la misma papilla? Tal vez tengamos que hacer como con los niños para que coman: o darles lo que les gusta -y se acabó el problema- o adornarlo y engañarles con tretas como la del avión que vuela hacia la boca o aquella otra de "esta cucharada por mamá y esta otra por la abuela", Por fin llegamos al cogollo de la cuestión. "El reto del periodismo en los próximos años -concluye Derakhasan-, es reinventarse con productos diferentes de las noticias, resistiendo la seducción de la propaganda y del entretenimiento. Personalmente creo que el periodismo post-noticias vivirá sobre todo, del drama€ Inspirado en viejas formas artísticas como la literatura, el teatro, el cine, la fotografía la música y la danza". Eso sí que es novedoso y provocador: El periodismo sin noticias. Parece un sinsentido, incluso estrafalario. Pero ¿y si tiene razón? Dejaríamos las noticias para las redes sociales -de hecho, ya son cosa suya-, ahorraríamos las energías que consumimos en una batalla inútil, perdida de antemano, intentando competir con monstruos como Facebook o Twitter. Tengo mis dudas sobre si la danza nos aportaría algo a nuestro periodismo post-noticias, pero de todo lo demás estoy completamente seguro. Leila Guerriero, paladín del periodismo narrativo, lucha incansable contra el oxímoron -inventado por los editores, según el también periodista argentino Martín Caparrós- de que los lectores ya no leen. Guerriero bebe esencialmente de la literatura de ficción y del cine para alimentar sus artículos. La prestigiosa periodista no para de repetir que el lector no espera de nosotros inventarios, sino descripciones literarias: ni textos cacofónicos, sino musicales; ni historias planas, sino tramas dramáticas como en el cine. "El lector no es tonto" es una de las frases que más se repite en las redacciones. El lector, que dicen que no lee, sabe muy bien lo que quiere, lo que es relevante y, por tanto, valioso.

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