En mi último artículo en esta columna, Una visión del momento turístico, hacía un repaso rápido a los retos del sector turístico en nuestra zona, que centraba en el impacto la tecnología, el cambio climático, la apertura de mercados competidores que estuvieron cerrados en los últimos años, los problemas sociales asociados al auge del independentismo en Cataluña y, por supuesto, al Brexit, en tanto que su impacto puede ser relevante en la evolución turística de la provincia de Alicante, especialmente en Benidorm y las Marinas.

Esa misma preocupación la mantienen tanto las autoridades turísticas de nuestra Comunidad como los operadores más relevantes del sector. Muestra de ello es que el pasado 20 de diciembre, HOSBEC y la Secretaría Autonómica de Turismo acertadamente organizaron en el INVAT.TUR, en Benidorm, una sesión específica dirigida por Daniel Sarmiento, del despacho Uría Menéndez, para debatir en torno a «escenarios y contingencias derivados del Brexit en el sector turístico español». Mi conclusión es que las preocupaciones empiezan a relativizarse en cuanto abordamos con seriedad los problemas detectados, tanto porque empezamos a poner en marcha medidas que palien esos problemas, como porque al revisarlos con detalle observamos que en la disección se simplifican enormemente.

Es cierto que para los negocios, incluso más que las dificultades, lo peor es la incertidumbre. Cuando conocemos exactamente lo que debemos hacer para resolver las dificultades dejan de ser tales, es solo cuestión de poner a disposición los recursos necesarios. La incertidumbre, en cambio, obliga a trabajar en escenarios alternativos con planes de contingencia para cubrir la posibilidad de que ocurra cada uno de ellos.

Y el Brexit, en estos momentos, es incertidumbre. Nuestros empresarios están acostumbrados a trabajar habitualmente en esas condiciones. La toma de decisiones no estructuradas, para abordar problemas nuevos no planteados con antelación, es la esencia de la función directiva. El Brexit no deja de ser exactamente eso: un problema nuevo, no planteado anteriormente, que puede evolucionar de diferentes maneras, para lo que debemos prever las contingencias adecuadas a cada caso.

Prever correctamente los escenarios, por tanto, deriva en la clave para resolver esa falta de certeza. Y merece la pena un análisis detallado de cada uno de ellos, como se realizó en aquella sesión en INVAT.TUR que les comentaba.

¿Realmente habrá Brexit? y, en caso de producirse, ¿será con acuerdo o sin acuerdo?

Todo hace prever que habrá Brexit. La fecha del cercano 30 de marzo pende como una losa que dispara el proceso de desconexión del Reino Unido. Pero la sociedad británica sigue muy dividida entre el sí y el no a la salida de la Unión Europea. En un nuevo referéndum no estaría nada claro el resultado; aunque las últimas encuestas apuntan a un cierto repunte del no al Brexit en caso de producirse la nueva consulta, que una parte importante del laborismo británico empieza a plantear sin rodeos.

No está claro, por tanto, que el Brexit acabe confirmándose, y si finalmente no ocurre, su impacto sobre el turismo en nuestra zona será prácticamente nulo.

Pero siendo realistas, debemos pensar que razonablemente el Brexit se producirá porque a estas alturas hay muy poco tiempo para volver atrás. Y en este caso, ¿será un Brexit blando (con acuerdo) o duro (sin acuerdo)? Y eso, ¿cómo afectará a nuestro turismo?

El Brexit blando supone prácticamente mantener la relación actual, al menos hasta finales del 2020, mientras se negocia el régimen de relación futura. Un régimen basado en una conexión comercial profunda, en la que se intentarán salvaguardar las cuatro libertades de circulación: personas, capitales, mercancías y servicios de la UE. Esta posibilidad impactaría poco sobre nuestro turismo que, salvo desplome no previsto de la libra o alguna de las otras circunstancias comentadas al principio, debería continuar con la excelente vinculación de los británicos a nuestra tierra.

Pero esta situación tiene pocos visos de hacerse realidad por su difícil ratificación por el Parlamento británico debido principalmente al backstop. Este acuerdo, ya alcanzado, supone que en caso de que no se llegase a un acuerdo, el Reino Unido mantendrá un alineamiento regulatorio en materias de derecho laboral, ambiental y de ayudadas del Estado con la U.E, que dificulta la independencia que pretenden los partidarios del Brexit.

La alternativa, como decía, es el Brexit duro, sin acuerdo. Esto afectaría de manera importante a algunos sectores básicos de nuestra economía, especialmente al agroalimentario y, en general, al de mercancías, por el impacto correspondiente en derechos aduaneros, reglamentaciones técnicas (normas técnicas diferentes) o mercancías en tránsito; o al de transporte aéreo; la situación de nuestros trabajadores en Reino Unido y viceversa, etcétera. Pero no especialmente al turismo salvo, como decía, por la devaluación de la libra -que en este caso sería más probable, lo que reduciría las posibilidades de viaje de los británicos a la Unión Europea-. Y esto porque, aun en este caso de Brexit que podríamos considerar más caótico, los nacionales británicos seguirán con libertad de estancia en la Unión por periodos máximos de 90 días lo que facilita el turismo vacacional (las estancias mayores de 90 días estarían sujetas al régimen de extranjería y eso podría limitar el turismo residencial, pero es esperable que España sea generosa en este tema, y en este punto la UE dará cierta libertad de acción a los países miembros).

Se trata de una situación, por tanto, nada favorable para ninguna de las partes, con importantes impactos sobre las economías más relacionadas, pero el turismo no debería resentirse demasiado aunque, como concluía en el mencionado artículo anterior de esta columna, seguir trabajando en diversificación de los países emisores buscando llegadas complementarias a las del Reino Unido, como ya están haciendo nuestros empresarios con el apoyo de las autoridades competentes, sin duda es una buena opción.