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La batalla del arte... y de la vida

Nada más comenzar 2019 ya tenemos la primera polémica taurina con la concesión de la Medalla de Oro de las Bellas Artes y el olvido del gobierno hacia el toreo. No tenemos ya que discutir sobre si es más o menos correcto que se la otorguen a uno o a otro diestro (recordemos que esa distinción ha ido a manos tan dispares como Antoñete, Paco Camino, Curro Romero o Espartaco, Rivera Ordóñez y El Juli...). Se trata, una vez más, del ninguneo a la tauromaquia, un pasito más hacia no se sabe muy bien qué desenlace.

La vida es así a este lado de las trincheras. Los aficionados al arte de Cúchares ya vivimos en un constante conflicto con la modernidad vegana, que pretende llevar sus principios al común de los mortales. El animalismo es su más visible estandarte, y en su punta de lanza se encuentra la fiesta de los toros. Todos cuantos creen (y viven de) esa ideología están convencidos de que, una vez conseguida su abolición, todo lo demás será ya coser y cantar. Algo así como el separatismo catalán, que cree que con la independencia y la república ya estarán todos sus males solucionados. El verdadero problema es que el veganismo es extremista, y ya se sabe lo que ocurre con este tipo de maneras de entender el mundo: niegan aquello diferente. Una democracia con salud no debería tolerarlo (el veganismo), como tampoco el auge de la ultraderecha fascistoide, por poner dos polos completamente opuestos. Y la española, a la vista está, es una democracia que empieza a mostrar debilidades. Vivía casi al margen de todos estos virus dañinos, pero ya ha llegado el momento de la infección gracias a ese vector de contagio que se conoce como globalización.

Entendida de otro modo, la tauromaquia, que se ha visto alineada junto al mundo rural y sus principios vitales, supone algo así como la pervivencia de lo auténtico, lo tradicional, frente a esta posmodernidad edulcorada. Es el azúcar de caña frente a la estevia, la miel frente al sirope de agave, la leche de vaca frente a la de soja, el pollo de corral frente al tofu. Es el paso de la dueña de la mascota a la «perrimami», de la empatía con el mendigo que pasa penuria a la del perro que le acompaña, de la conmoción por el niño hambriento a la sentida por el gatito triste, del luto por el humano al minuto de silencio por el animal. Quizá incluso estemos asistiendo a un cambio de era en la manera de vivir y entender el mundo occidental, quién sabe. Contemplamos casi sin inmutarnos la condena de la actividad ganadera en general, incluso de la domesticación, pasos de gigante en la evolución del ser humano desde sus primeras huellas sobre la tierra. Algún partido político (imagínense cuál) hace bandera, por ejemplo, de acabar con la equitación, por el «maltrato y sufrimiento» que sufre el caballo.

Sí, la tauromaquia es el mascarón de proa visible de ese partido y unas cuantas oenegés subvencionadas con dinero público y de eslóganes sensibleros, pero detrás de todo esto está la ingesta de carne, por ejemplo. Quienes igualan el toreo con los circos romanos y sus gladiadores, equiparan también comer carne con canibalismo. Nos harán ver lo cruel que es comer marrano, por ejemplo, y se condenará el jamón, el cochinillo, la panceta... porque el cerdo también tiene familia (otra consigna), y de ahí se pasará a la ternera, el cordero, y también las aves: el pavo, el pato, el capón. El pollo igual no, porque es muy feo, tal y como aseguró una vez una amiga vegetariana mientras se zampaba una buena pechuga en su punto. Y luego vendrán la leche, el queso, los yogures (esas vacas esclavizadas, «nadie piensa en ellas como madres»). Incluso se pone en duda ya (no es futuro) el uso de perros-guía para invidentes, porque «se les desinhibe de sus instintos», y se condena también la existencia de los zoológicos, la utilización de animales para la publicidad...

Por eso el caso concreto de esta Medalla de Oro a las Bellas Artes olvidada, que no aparenta ser mucho, es una punta más de un gran iceberg. Igual dentro de no muchos años, mire usted, incluso llegamos a ver la concesión de esa distinción a algún animal. Si no, al tiempo.

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