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Entonces

Dónde estabas entonces, cuando tanto te necesité, gritabais desaforados hace ya unos cuantos años en una plaza de toros cualquiera, bajo una noche de verano estrellada y con toda la vida por delante. Casi sin querer os dais cuenta de que ya hace mucho tiempo de casi todo, y las tiernas lanzas de entonces se han tornado en cañas fieras y voraces: ahora ya un buen día no es aquel en el que pensabais cómo asaltar el palacio de invierno a todas las horas posibles, sino uno en el que os sirvan un buen café con la leche bien caliente de buena mañana mientras alguien os da educadamente los buenos días con una sonrisa.

Nada como las nocheviejas para constatar que el puñetero tiempo pasa, y vuestro mayor deseo a estas alturas es que esa cena transcurra rápida, aséptica e indolora, para poder entonar después vuestras canciones bandera ante un karaoke apresurado con el que sepultar la primera madrugada del año. Eso, o poneros a ver Cachitos de TVE con media lagrimilla asomando por la mejilla al dar fe y admitir los looks ochenteros que vosotros mismos llevabais, tan horteras y tan inocentes a la vez, tan ingenuos y vistosos. Bonnie Tyler, Loquillo y los Trogloditas, los Village People, Radio Futura, El Último de la Fila. Vaya cardados, qué chaquetas, menudos tupés, dios qué estampados. Todo ello mientras rezáis (vosotros, tan ateos entonces) una y otra vez para que los adolescentes con los que os cruzáis por el pasillo de vuestra casa vuelvan sanos y salvos, tras adentrarse por las barras de bar y los vertederos de amor en los que habrán estado durante toda la noche.

La revolución no la habéis hecho, no, pero todos tenéis kilos de más, os habéis vuelto escrupulosos con todas las almohadas que no son vuestras, os mostráis pesimistas, escépticos y desazonados casi como una obligación moral, enumeráis como heridas de guerra las pastillas que ya os tenéis que tomar. Cada vez os gusta más la forma que el fondo, el cuerpo que el espíritu, la música que la letra, los actos a la ideología. Y os acompaña permanentemente el temor: el temor a no llegar, a no saber, a no poder, a no vencer, a no acabar: sois halcones, halcones heridos por las flechas de la incertidumbre, gritáis desentonando nuevamente ante el karaoke, medio roncos y con ganas de iros a dormir, ya.

Se os hace larga la Navidad: Hay que acabar aún con el roscón, os tienen que regalar una corbata, tendréis que quitar las luces del belén y meteréis el árbol en un trastero. Y volveréis a soñar con empezar de cero, o a pensar que este año sí, coño, sí. Y es que en el fondo seguís siendo unos ilusos, unos halcones ingenuos y asustados por las garras de la incertidumbre (moral, económica, familiar, laboral). Pero también estáis llamados a las filas de la insurrección: si habéis llegado hasta aquí, aún os queda voz y estáis vivitos y coleando, es que aún se puede (sea esto lo que para cada uno sea). Feliz insurrección para todos.

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