Hay que asaltarla, hay que ganarla, la categoría de plata espera pacientemente a dar cobijo a uno de sus clubes preferidos, ya que el Hércules es, tras Real Murcia y Sporting de Gijón, el equipo que más temporadas ha militado en Segunda. 43 años, casi la mitad de los que tiene la entidad alicantina desde que hace casi un siglo el gran Vicente Pastor Alfosea la inventara, la fundara. Para ello hay que seguir el ejemplo de clubes equiparables al Hércules que ya disfrutan de la segunda tras pasar el trago amargo de la maldita segunda B. Oviedo, Cádiz o Mallorca, apostaron fuerte por el ascenso y lo consiguieron. Pusieron recursos económicos para lograr el objetivo deseado. Ese es el camino. En este mercado de enero el esfuerzo ha de salir de los bolsillos de los máximos accionistas.

Las dos temporadas precedentes son ejemplo de lo contraraio. El fracaso debe llevar a un tratamiento diametralmente opuesto. Se fue cicatero y lo que se trajo no aporto ni mejoró la plantilla. La cantinela de Ortiz y Ramírez de querer recuperar lo que vienen gastando solamente tiene una solución, subir a Segunda. Para ello es imprescindible mejorar los mimbres puestos en agosto. O se gasta dinero de verdad, trayendo a jugadores que aporten calidad y goles para solucionar los problemas que acucian al Hércules, u otra temporada nos quedaremos con la misma cara de tontos de siempre mirando como son otros los que ascienden.

Si no se logra el ascenso tengan seguro los dueños del club que nada van a recuperar, es más, la entidad entraría en tal crisis que posiblemente el Hércules pudiera desaparecer, acompañando en súbita defunción al Alicante, con lo que la ciudad quedaría huérfana de fútbol. Para evitar eso no hay más remedio que rascarse el bolsillo y ponerlo a disposición de Portillo, para que pueda traer un jugador que le dé al Hércules algo similar a lo que Enric Gallego, que costó algo más de 250.000 euros, dio al Extremadura, con el que subió y sigue metiendo goles. Cualquier otra cosa sería repetir errores que conducirían a un estado de melancolía de difícil salida. El reto es suyo máximos accionistas, el dinero y el club también.