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El gong de las doce

El gran Cicerón decía que el sonido del gong que indicaba la apertura de los baños era un sonido más dulce que las voces de los filósofos en sus escuelas. En la Nochevieja televisiva, los programadores lo tienen tan claro como Cicerón. Nada de filosofías, nada de reflexión, nada de interpretar el mundo de muchos modos y, muchísimo menos, nada de transformar las cosas. Suena el gong, es decir, las campanadas de fin de año, y todos nos lanzamos a ver el vestido de Pedroche para después alucinar en plan los Beatles en "Yellow Submarine" con la manga imposible del vestido de Igartiburu. Es así. Lo malo de que los hombres hayan dejado de creer en Dios, escribió Chesterton, no es que ya no crean en nada, sino que están dispuestos a creer en todo. Ya no creemos en la capa de Ramontxu, pero eso no significa que no creamos en las magníficas horteradas que rodean al gong de Nochevieja, sino que estamos a dispuestos a creer en todo, hasta que el no-vestido de Pedroche es un vestido y la manga alucinógena del vestido de Igartiburu es una manga. Pero, sobre todo, creemos en José Mota.

La tradicional parodia que Mota ofrece antes del gong fue un intento de reflexión, interpretación y transformación a golpe de humor blanco y amable. Mota, demostrado una lucidez digna de Aristófanes, se queja de que la actual generación de políticos es menos imitable que los Suárez, Fraga, Carrillo o Guerra (y, por supuesto, Aznar). Es muy difícil parodiar a Sánchez, Casado o Rivera, tres políticos que parecen intercambiables porque, del mismo modo que nos cuesta recordar qué películas protagonizaron Dustin Hoffman, Robert De Niro y Al Pacino porque los tres actores están mezclados en nuestros recuerdos cinéfilos, a veces no sabemos muy bien si tal ocurrencia es de Sánchez, de Casado o de Rivera. La idea de los "Retratos salvajes" de Mota es fantástica: los políticos están aquí para entretenernos, y si sus voces o aspectos no son susceptibles de comedia, entonces no sirven en su puesto. Genial. Aristófanes estaría de acuerdo.

Después del gong, lo de siempre. Con una lección: los divertidos "Cachitos de hierro y cromo" en La 2 nos permitieron mirar con ternura a los artistas y canciones de ayer; y los artistas, políticos, Pedroches e Igartiburus de hoy no deberían olvidar que mañana sólo serán cachitos de nube y YouTube tras el gong.

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