Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pedir peras al olmo

Califiqué en cierta ocasión de "radiactiva" la cuestión catalana, y cada vez que la abordo con alguien, sobre todo en Madrid, aunque no sólo allí, me ratifico en tan pesimista diagnóstico.

Es difícil discutir de la necesidad de dialogar aunque sea con el diablo para al menos desactivar, que no resolver, un problema secular que no ha hecho sino agravarse por la sinrazón de unos y la incomprensión e impericia de otros.

"No se puede discutir con ellos. No hay nada de qué hablar con quienes han demostrado que sólo quieren romper España", es la cantinela que uno escucha cada vez que se plantea el tema.

De nada sirve preguntar al interlocutor si cree sinceramente que, aplicando allí el artículo 155 de nuestra Constitución, es decir tomando las riendas de modo indefinido desde Madrid, va a resolverse el problema.

Parece que encuentran eco en muchos las tertulias más tóxicas, los mensajes más venenosos que circulan por las redes sociales y las continuas descalificaciones que los dirigentes de la oposición hacen de la labor del Gobierno socialista.

Para quienes no hay nada de qué hablar con Puigdemont, Torra y compañía, lo único que persigue Pedro Sánchez es aguantar y mantenerse a toda costa en el poder, un poder que, según ellos, alcanzó además de modo torticero.

No es que el dirigente socialista sea un ejemplo de firmeza y coherencia política, pero habría que decir en su defensa que resulta difícil gobernar cuando tiene enfrente no sólo a la oposición más rabiosa sino también a algunos de los llamados "barones" de su propio partido.

Unos, por puro odio o despecho y otros, por miedo a que la cuestión catalana termine también devorándolos, todos ellos contribuyen a tapar las pocas medidas sociales con las que el Gobierno socialista podría justificar su agotamiento de la actual legislatura.

Queda por ver si Vox es un fenómeno sobrevalorado por los resultados andaluces o si está ahí para quedarse y aumentar incluso su presencia parlamentaria, ayudado sobre todo por la intoxicación en las redes y por unos medios que, con tal de aumentar la audiencia, hacen de la política un espectáculo.

Mientras tanto, no puede decirse que, obstinado en su idea de que "cuanto peor, mejor", el Gobierno de la Generalitat esté dispuesto a facilitar la tarea, secuestrado como parece estar por el fugado de Waterloo.

La pregunta que habría que hacer, y que seguramente se estará haciendo el entorno del presidente del Gobierno, es si será posible separar el trigo de la paja: es decir a los independentistas de toda la vida de quienes abrazaron oportunistamente esa causa para tapar su propia y enorme corrupción.

Sería difícil, dadas las pasiones desatadas allí por el procés, pero no imposible siempre y cuando, en lugar de insultar y calificar de "cobardía" y "traición a España" el mínimo intento de diálogo con la Generalitat, la derecha ayudara al Gobierno del Estado en esa tarea.

¡Claro que en las presentes circunstancias reclamar responsabilidad a todos es como pedir peras al olmo!

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats