Estamos inmersos en plenas fiestas navideñas y a pocos días de que lleguen los Reyes Magos, y reina en el ambiente un espíritu de alegría y consumismo. Los regalos estrella de estas fiestas vuelven a ser, un año más, los tecnológicos y dentro de ellos el que va a sobresalir con diferencia será el móvil (los smartphone).

Cada año se compra a los niños de menor edad su primer móvil, ya sea por presión de nuestro hijo o por presión social (todos los de su grupo o de su clase lo tienen). Pero también se compran con el argumento de que: «así lo tengo localizado» o «si me necesita enseguida me puede llamar».

Lo de localizado me da un poco de risa pues si él no quiere que lo localices, cuando lo llames y vea en la pantalla «Papás», automáticamente lo apagará o simplemente lo pondrá en silencio.

Si nos referimos a que sabremos siempre donde está por los programas de geolocalización que llevan instalados, también pueden ser un problema pues si los padres ven que el niño no está donde dice estar, entonces descubren que su pequeño les miente comenzado una especie de «neura» y espionaje. No nos acordamos que nosotros, los adultos, hacíamos exactamente lo mismo, ocultábamos información o no decíamos toda la verdad para evitar broncas y castigos.

Bueno, pero a pesar de todo lo anterior tenemos el convencimiento de que le vamos a comprar el aparato. Ahora la decisión es ¿cuál?, pues la oferta de modelos y precios va desde menos de 100 euros hasta más de 1.000 euros.

Aquí podemos volver a «desbarrar», pues hay familias que por demostrar un determinado estatus social, se meten en micro créditos y hasta créditos al consumo para comprar el último modelo de móvil.

Seguimos...ya tenemos el aparato en la mano del cual el vendedor nos ha enumerado todas sus virtudes, la mayoría de ellas sin que nosotros supiéramos de qué nos estaba hablando, pero claro no podemos poner cara de tontos o hacer preguntas sencillas cómo: ¿y eso para qué sirve?, para que no se de cuenta de nuestra incultura tecnológica.

Ahora toca ya el momento cumbre, el dárselo a nuestro hijo pues es el día de los regalos.

De toda la vida, cuando le dábamos los obsequios a los niños, siempre antes de entregárselos, les explicábamos cómo funcionaban y lo más importante: que es lo que no podían hacer. Por ejemplo: si era una bici una de las prohibiciones era bajar las escaleras montado en ella.

Pero en el caso de los smartphone, ¿cómo podemos explicarles su funcionamiento si nosotros somos los primeros que lo ignoramos? Optamos por entregárselo convencidos de que ellos pronto se harán con el chisme.

En estas condiciones es como darle a nuestro hijo un antidepresivo, sin ningún tipo de prescripción médica, argumentando que como lo vemos triste y ya no nos cuenta nada y, de hecho apenas nos habla, siempre está cabreado e insatisfecho (adolescencia), se lo damos para que mejore. Además, varios de sus compañeros lo toman y sus padres comentan lo «tranquilos» que los tienen.

No nos damos cuenta de que estos aparatos son los máximos intercomunicadores en la relaciones humanas de hoy en día. Pero como en toda relación nos podemos encontrar con personas buenas y malas.

¿Quién ha advertido a nuestro hijo, de los peligros a los que se va a ver expuesto? o ¿quién le ha mostrado que este aparato puede ser peligroso (bullying, fotos inapropiadas, pornografía...?

Un móvil es un arma en las manos de un menor, por lo que debemos retrasar al máximo su compra, no sólo por la madurez de nuestro hijo, sino también por la nuestra, pues es el tiempo que necesitamos los padres para aprender qué de bueno y malo se puede hacer con él, antes de comprarlo.

(*) José José Gil es enfermero de la Unidad de Conductas Adictivas de Elda y Comarca y experto en adolescentes.