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Luces que se apagan

Vivimos tiempos hostiles, ruidosos, rotos por quienes vociferan ignorando que entre las multitudes hay mujeres y hombres como Shaima Swileh

Shaima Swileh es el personaje del año. Esta madre yemení sintió cómo su hijo de dos años aquejado de una enfermedad cerebral luchaba contra la muerte en un hospital californiano sin que ella pudiera apretarle la mano porque Trump, en virtud de su veto migratorio, no la dejaba entrar en el país. Pensémoslo un instante: una madre, con las entrañas arrasadas porque su niño sufre, se topa contra una barrera burocrática de acero alzada por un presidente racista que discrimina a los seres humanos en función de su credo o nación. El mundo sigue tejido de padecimientos eternos. Después de una batalla tremenda por los vericuetos administrativos de Estados Unidos, Shaima Swileh pudo llegar a tiempo a California para darle el último adiós a su niño, que ha muerto: «Tenemos el corazón partido. Tenemos que decir adiós a nuestro bebé, la luz de nuestras vidas». Ella al menos pudo gozar de esa luz antes de apagarse. Otros no corren esa suerte: familias enteras separadas por los mares y las alambradas, seres humanos que se ahogan en pateras sin volver a ver los rostros de sus propias luces. Hemos instalado parapetos entre los continentes para condenar a la soledad de la muerte a los refugiados que escapan de guerras y hambres siguiendo el dictado de líderes que vociferan contra la inmigración porque la culpan de los problemas domésticos a través de discursos que sólo quieren arrancar los votos de la desesperación. No es sólo Trump: ya los tenemos también aquí. Ocultan reflexiones como la de Angela Merkel de que los inmigrantes traen prosperidad (y así le va a Merkel, sumando varapalos electorales); o la de que necesitamos gente nueva porque los ricos somos cada vez más viejos. Vivimos tiempos hostiles, ruidosos, rotos por quienes vociferan ignorando que entre las multitudes hay mujeres y hombres como Shaima Swileh cuyos nombres no conocemos que son víctimas eternas. Lo seguirán siendo en 2019 porque pocos anhelan y nadie encuentra una solución global al problema. El director José Luis Cuerda: «Los que tienen la sartén por el mango se ríen de nosotros, nos dan cogotazos, lo ponen todo patas arriba y encima quieren que finjamos que nos parece bien». Pues eso.

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