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El último Aprista

Juvenal Ñique tiene 103 años. Es el aprista más viejo del Perú y se opone a Alan García.

Participó en la Revolución de Trujillo de 1932. Fue lugarteniente de Manuel Arévalo y liberó a Ciro Alegría de la cárcel.

Participó en la Revolución de Trujillo de 1932. Fue lugarteniente de Manuel Arévalo y liberó a Ciro Alegría de la cárcel.

La mañana del 17 de julio de 1932, cuando le faltaba una semana para cumplir 17 años, Juvenal Ñique se enteró de que el pueblo había tomado el cuartel O'Donovan para iniciar una revolución social.

No había autoridades en Trujillo. Con otros muchachos de su edad, Juvenal tomó el camino de la cárcel pública y allí liberó a su ídolo, el joven escritor Ciro Alegría, que padecía prisión por sus ideas.

Ahora, a los 103 años de edad, es tal vez el último sobreviviente del llamado 'Año de la Barbarie' en que el gobierno de Sánchez Cerro aplastó el levantamiento de Trujillo ejecutando a varios miles. Y acaso es también el último en profesar, como en las épocas primigenias, el credo de cambio social que difundió Víctor Raúl Haya de la Torre.

Lo entrevisté hace poco y, cuando le pregunté sobre la situación actual del aprismo, me ofreció algunas publicaciones suyas en las que trata del asunto. En la revista "Sólido Norte", dice que el Gobierno de García no fortaleció al APRA y fue, más bien, un gobierno de Alan García y de sus amigos. Pero, retruca, "¿acaso Alan fue elegido con los votos de sus amigos?"

Poeta, periodista, ensayista, maestro y, sobre todo, luchador social. Ha participado con valentía y desmesura en la gesta del cambio peruano.

Lugarteniente del héroe Manuel Arévalo, publicó al cumplir cien años un libro que revive sus experiencias. Como se sabe, Arévalo fue uno de los fundadores del aprismo en Trujillo. Luego de ser capturado, fue torturado con brutalidad para que delatara a los integrantes de la organización clandestina del APRA en el Norte, pero no habló. Fue acribillado a traición, cuando era llevado a Lima por la policía, el 15 de febrero de 1937, en el lugar donde ahora se levanta su cruz", entre Huarmey y Pativilca. La tiranía de Benavides justificó el asesinato diciendo que había querido fugarse.

La primera vez que Juvenal conoció la cárcel fue durante la tiranía de Benavides, cuando lo acusaron de terrorista "dinamitero". Le pregunto si todavía lo es, y me responde que eso no lo ha cambiado porque quienes son llamados así por una tiranía al cambiar el tiempo y la historia son considerados héroes y redentores.

Durante la dictadura de Benavides se le apresó por "terrorista dinamitero". Derecha, Ñique con Luis Alberto Sánchez.

Durante la dictadura de Benavides se le apresó por "terrorista dinamitero". Derecha, Ñique con Luis Alberto Sánchez.

El centenario compañero no ha recibido ninguno de los beneficios de ser miembro fundador de un partido que ha estado dos veces en el gobierno. No ha estado jamás entre los lobistas de corporaciones trasnacionales ni en el directorio de las empresas del Estado. Tampoco ha sido asesor encargado de amnistiar a narcotraficantes.

Glorioso pero difícil es el camino de estos héroes sin monumento en el Perú. La prisión y la persecución fueron cotidianas en su vida durante la larga clandestinidad del aprismo. La pobreza en el hogar y la triste pérdida de algunos compañeros no lo arredraron. No hicieron mella en su fe. Redobló su trabajo en los buenos y los malos días para lograr que los suyos no sufrieran las consecuencias.

Dos años atrás, cuando me dijeron en Trujillo que don Juvenal Ñique había pasado los cien años, decidí ir a visitarlo para que me diera la receta. Mi amigo, el doctor Daniel Canchucaja, a quien le había pedido que me acompañara, me preguntó:

-¿Y dónde quieres visitarlo? ¿En su casa o en su trabajo? Añadió que Juvenal trabajaba en la Universidad César Vallejo.

No le quise creer, pero por las dudas llamé a ese centro de estudios. De inmediato me pasaron a su oficina. La persona que me atendió me indicó que el amigo buscado había salido de la oficina hacia un salón para reemplazar en clase a un joven profesor que estaba enfermo.

Ahora ha comenzado su agonía, pero ¿qué pasará mañana cuando lo visite de nuevo? ¿Estará en su oficina don Juvenal? ¿Habrá salido a tomar un café con una profesora joven? Me hago todas estas preguntas porque viajo a Trujillo en estos días y quiero que Juvenal Ñique nos dé una clase de cómo se llega a ser un hombre valiente en el Perú.

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