En el metro, a mi lado, una mujer le explica a su hijo adolescente que "soy una frase negativa" es una frase afirmativa y que "soy una oración compuesta" es una oración simple.
-¿Lo entiendes? -dice.
El chico va con un libro de gramática abierto entre las piernas. Es evidente, por la hora y por la situación, que se dirige al instituto o colegio en el que estudia. Quizá tiene un examen y están repasando el cuestionario.
-No lo entiendo -dice el chico-. ¿Qué interés tienen las frases en mentir?
-No lo sé, pero mienten mucho. Todo el rato. Si escucharas un telediario diez minutos seguidos, lo comprobarías.
-Quienes mienten en los telediarios son los políticos.
-No son los políticos--asegura la madre-, son las frases a través de los políticos.
-¿Me estás diciendo que las frases utilizan a los políticos para mentir?
-No solo a los políticos, pero especialmente a ellos, hijo. Fíate de la gente, pero no de las frases que dice la gente porque la mayoría de las veces las dicen a lo loco, sin pensar.
-¿Lo de Quim Torra y Eslovenia, por ejemplo?
-Eso se le metió a Torra en la cabeza por el oído y lo sacó por la boca. Él es un hombre que interviene poco en lo que dice. Está ahí, a disposición de lo que quieran decir las palabras como un mayordomo a disposición del señorito.
-¿Torra es un mayordomo?
-Un mayordomo del lenguaje, hijo. Todos lo somos en alguna medida. Lo soy yo cuando discuto contigo porque no has hecho la cama o no has recogido la mesa y tú cuando me contestas de mala manera. Tú y yo no somos como nos mostramos cuando discutimos, pero las frases se introducen en nosotros y no paran de dar la lata hasta que las sacamos.
-No cuela -dice el adolescente.
-No cuela, no cuela. ¿De dónde has sacado esa expresión?
-No sé, de por ahí.
-Pues a eso es a lo que iba -dice la madre preparándose para bajar en la siguiente estación.