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Lorena Gil López

Mariana y Mamadou

¿Todavía hay esperanza? ¿Aún podemos creer en el ser humano? Dos noticias me sacudían el viernes: la primera, un hombre trepa por un edificio de Zaragoza para entrar en una casa y salvar la vida de una mujer agredida por su pareja; tamaña acción finalizó con el violento detenido, la víctima en el hospital y el defensor sin la cartera que había dejado en el suelo de la calle para poder trepar y que alguien aprovechó para robársela.

La segunda: una niña de Guatemala de 7 años muere deshidratada en la frontera con Estados Unidos; la pequeña llevaba varios días sin comer ni beber en ese peregrinaje hacia el sueño americano y al final su cuerpo dijo basta.

En sendas noticias de ayer y hoy, mis compañeros José Manuel y Bea nos cuentan estos mismos dramas, la inmigración y la violencia machista, en la provincia. Qué preciosa la historia de esta señora, Mariana, de 74 años, que acoge en su casa a un refugiado, Mamadou, sin importarle su cultura, su religión, sus costumbres, simplemente aceptando que es una persona.

Por contra, nos llegan los demoledores datos de que 1.700 mujeres en la provincia tienen que tener protección policial porque hombres cobardes no quieren aceptar que ellas ya no les aman, que lo que quieren es vivir lejos de ellos, iniciar una nueva etapa sin tener que mirar hacia atrás a cada momento, sin miedo, sin flaqueza, sin tristeza.

Inmigración y violencia machista, dos temas que sacan lo mejor y lo peor de nosotros: ¿Quién no ha escuchado con perplejidad a algún colega de trabajo soltar que los inmigrantes nos quitan empleos o nos roban? ¿Quién no tiene a algún familiar o amiga que ha sido víctima de la repugnante violencia machista? Deberían existir más Marianas y menos Mamadous, pero la vida nos arrastra a lo contrario, y no parece que queramos entre todos hacer fuerza y remar, como sí hizo Mamadou en su patera. Qué pena.

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