El 13 de diciembre dicen que es la noche más larga del año o la más corta del día. Esa noche hacía un frío de cojones y solo imaginar lo larga que tiene que ser para los duermen al raso me se congelan ya los huesos.

Mis jóvenes compañeras pueden confirmar lo dura que fue la salida del jueves. El viento gélido partía la piel. Ahora que ya estoy en casa en mi cama calentita pienso que no tengo ningún derecho a quejarme. Solo ellos los amigos callejeros saben verdaderamente el significado de la palabra lluvia con viento frío que tuvimos. Salimos con sesenta bocadillos, mucha fruta, bollerías, cinco litros de caldo y cinco litros de café con leche calentita. Daba gusto tener el vaso caliente entre las manos.

Pero cuando pienso que soy una persona fuerte llegué a pensar que si me tocara a mí vivir en la calle me moriría, mi mente y mi cuerpo no soportarían tanta inclemencia. Este pensar me anima y me confirma que lo que estamos haciendo como asociación es algo tan pequeño y al mismo tiempo grande.

Basta ver la cara de cómo se alegran cuando ven aparecer nuestra furgoneta rotulada. ReAcción Solidaria es para nuestros amigos callejeros una luz que se le aparece en las noches oscuras (miércoles y jueves). Nosotros los voluntarios somos esa llama perenne de esperanza que, con nuestra manera sincera y sin juicio aportamos ese calor humano que tanto necesitan esos seres que lo han perdido todo.

Esa noche, aparte de la fuerte inclemencia atmosférica nada agradable, ellos encontraron cobijo alrededor del Centro de Tecnificación, piscina, bajo las gradas del Rico Pérez, puente de Teulada, puente Rojo y casi en todos los cajeros abiertos había gente.

Mi pregunta es, con el tiempo que hacía, ¿por qué no dejaron el albergue abierto? ¿Hay que esperar a que la gente se muera de frío? ¿Por qué no nos dejamos de burocracia y dejamos que el sentido común se imponga? Y tengo que ser sincero, estoy cabreadísimo al ver cómo las administraciones no sirven y que en las situaciones como éstas estén completamente ausentes.

Como ciudadanos no deberíamos permitir que estas injusticias sigan vigentes. Además, creo que como asociación, aparte de la gran labor que ya hacemos, tenemos que mirar un poco más allá de nuestra nariz y atrevernos a ser más reivindicativos. Porque hay muchas pequeñas cosas que se pueden hacer, pero no nos compete a nosotros, es responsabilidad de las administraciones, nuestra obligación es no callar y, junto a otras asociaciones del barrio, pelear para que cambien las cosas.

Perdonadme, me levanté con tanta rabia después de la salida de aquella noche que necesitaba explotar con esta reflexión.

Un increíble impacto emocional y de realidad que tienen las palabras de nuestro compañero de fatigas, Mario Ceres, con un gran abrazo solidario. También es increíble cómo las personas podemos llegar a deshumanizar a otras y no empatizar aun cuando se conocen las condiciones en las que viven. Siempre que vuelvo a casa tras una salida, siento bienestar propio por aportar mi grano de arena junto a personas tan increíbles en el voluntariado social. Sin embargo, siempre pienso lo mismo y es, ¿por qué ellos y no yo? Es poco justo que por errores de la vida hayan personas condenadas a vivir de una manera inmerecida. Pero también pienso que el abrazo de la sociedad con la solidaridad, la que no juzgue, tiene que ser grande.