España tiene graves problemas, como cuando la muerte de Franco. La diferencia es que entonces el embrión de la UE era un faro de atracción irresistible. Hoy sus principales países también tienen problemas y Bruselas y Francfort (sede del BCE) sólo pueden actuar en el marco de una unión a medio construir.

Lo más grave es lo de Gran Bretaña tras el referéndum del Brexit del 2016 que dividió al país en dos mitades. Theresa May intenta cumplir el mandato del Brexit. Complicado. Para no salir a la brava -lo que tendría serias consecuencias económicas- ha pactado un Brexit a medias (quizás sólo un Brexit nominal) que no tiene mayoría en el parlamento británico. May ha ganado esta semana una moción de confianza en el grupo conservador pero las incógnitas sobre el futuro de Gran Bretaña -y las consecuencia sobre la UE- siguen siendo muy altas. Nadie sabe lo que pasará, pero al menos la UE ha logrado mantener una posición firme y unida.

El gobierno populista italiano presentó un proyecto de presupuestos -más gasto y menos ingresos- que elevaba el déficit público por encima de lo pactado con Bruselas en el país de la UE con una deuda púbica más alta (después de Grecia). Dijeron que no retrocederían, pero tras el no de Bruselas han empezado a inflexionar su posición bajando del 2,4% al 2,04% el déficit previsto. Bruselas exige más y se negocia. El populismo nacionalista ha retrocedido ante Bruselas, pero habrá que ver lo que sucede tras las elecciones europeas de mayo.

En Francia, Macron, que quería ganar credibilidad económica para convencer a Alemania de profundizar en la UE, era la gran esperanza del europeísmo. Pero una sorprendente rebelión de la calle, que empezó con una revuelta contra la subida del diesel -convocada en la red y sin grupos organizados de apoyo- le ha obligado a hacer marcha atrás y a negociar con la vuelta al orden como prioridad. Veremos cómo acaba. Y el ataque terrorista de Estrasburgo del martes ha vuelto a poner el foco en otro de los grandes problemas del continente.

En Alemania la CDU ha elegido presidenta del partido a la candidata de Angela Merkel que dimitió tras dos derrotas electorales en Baviera y Hesse. Parece que las aguas vuelven a su cauce y que el gobierno de gran coalición con el SPD seguirá. Al menos por ahora. La estabilidad alemana es relevante porque es la clave de la UE. Pero el incremento de votos de la extrema derecha populista sigue ahí.

Además, el BCE empieza a retirar los estímulos monetarios que apuntalaron la salida de la crisis, lo que genera cierta preocupación. Y a Mario Draghi se le acaba el mandato a finales del 2019. Elegir al sucesor no será fácil. Con todo lo decisivo serán las elecciones de mayo. La extrema derecha nacionalista no debería irrumpir con fuerza en el Parlamento Europeo.