Hoy, con cuarenta años sobre sus espaldas, nuestra Constitución es la más longeva de España (me salen diez, algunas ni siquiera se pusieron en marcha y otras, la de 1834 y la de 1873 duraron tan solo tres años) y el otro día, la ministra de Justicia, doña Dolores Delgado, ella solita, se metió en un berenjenal de antología, ya que en el ardor de arremeter contra el nuevo partido, Vox, dijo más o menos que el Congreso estaba compuesto por partidos constitucionalistas y en él no tenía cabida una formación política que no acata la Constitución.

Debería reflexionar la señora ministra sobre esa afirmación, ya que confunde el conjunto de los partidos políticos que forman el arco parlamentario con el hecho de que sean o no constitucionalistas, puesto que si están ahí legítimamente elegidos, es precisamente por el juego democrático que la Constitución hace cuarenta años nos dio al conjunto de los españoles, pues hay partidos que quieren cambiar esa Constitución como por ejemplo Podemos, que están en su derecho en pregonar que se cambie la Monarquía Parlamentaria por la República.

En estos tiempos donde aparecen populismos de izquierdas y populismos de derechas, habría que recordar que a la Constitución no hay que profesarle amor eterno, pero sí acatarla, y en todo caso siendo mejorable como lo es, intentar cambiar algunos aspectos que sobre todo hoy debemos adecuar al cambio de los tiempos, siendo la pregunta actual ¿qué son partidos constitucionalistas, señora ministra? ¿Qué es el fascismo?, vocablo muy de moda, desconociendo que si hace ochenta años fue un movimiento político italiano nacionalista y totalitario que fundó Mussolini, hoy habrá que reflexionar que la intolerancia y la falta de respeto a las instituciones y el totalitarismo también puede ser un fascismo de derechas o de izquierdas, pues alentar a los CDR, llamar al pueblo a la «vía eslovena» o pedir la movilización de la calle como algunos políticos pregonan, es una postura de intolerancia que rompen las reglas del juego que en su momento nos dimos a nosotros mismos.

Ha llovido mucho, 206 años, desde que las Cortes de Cádiz aprobaron la Constitución de 1812, donde aparecieron plasmados algunos derechos como la libertad de imprenta y la Soberanía Nacional, se declaró la División de Poderes -tan en tela de juicio hoy en día-, por lo que no sería racional volver hacia atrás, recordemos que fue en 1814 cuando fue anulada y en 1820 cuando se restauró, haciendo bueno aquel espíritu español de ese inconformismo que ya en el inicio de nuestra historia tan dilatada en el tiempo y tan variada en el fondo, hemos ido demostrando desde el asentamiento griego de Emporión, en el Siglo VI a.C, hasta nuestros días.

Por todo ello, señora ministra, con cuarenta años de Carta Magna no debemos caer en la demagogia y, aprovechando el 70 aniversario de la Declaración de Derechos Humanos, recordemos a Voltaire, en su tratado sobre la tolerancia: «Si queréis que aquí se tolere vuestra doctrina, empezad por no ser ni intolerantes ni intolerables».