Una efeméride de la relevancia del 40 aniversario de la Constitución Española, que se está cumpliendo esta semana, habría merecido un entorno más favorable que el que muestra la actualidad política española. Empiezo por decir que al acto institucional que se celebró el pasado día 6 en las Cortes Generales faltaron varios presidentes autonómicos, entre otros Ximo Puig, tal vez en cumplimiento de algún pacto no escrito con su socio de gobierno, Compromís, cuyos diputados lamentablemente tampoco hicieron acto de presencia en el acto solemne. También faltaron otros indepes a la fiesta. A mí me disgustó no ver en el hemiciclo al president, pues me pareció que con esta actitud estaba indirectamente secundando ciertas posturas independentistas, que están en las antípodas de lo que a la mayoría de españoles y valencianos nos parecen no sólo deseables, sino correctas. No deja de ser, por otra parte, un gesto más de ese PSOE escorado a la izquierda que trajo Pedro Sánchez, más afín a sus radicalizadas bases pseudo podemitas que a sus huidizos votantes tradicionales. Votantes, que, por cierto, más que van a huir como siga este partido por esta deriva, haciendo cada vez más guiños a esa nueva izquierda radicalizada y que se apoya en su debilidad en independentistas que están no sólo fuera de la Constitución, sino que ni la conocen ni la reconocen. Tampoco me gustaron los diputados que comparecieron al acto y no aplaudieron los discursos, bajo no sé qué pretextos de la presencia del rey emérito que no me creo ni comparto, pero al menos estaban allí.

A mí, muy al contrario, me parece un aniversario de enorme importancia, en el que nos deberíamos detener para congratularnos por el éxito que supone en la historia democrática de nuestro país. Que sea necesaria o aconsejable alguna modificación de nuestra Carta Magna no la invalida, ni muchísimo menos, sino que simplemente plantea la necesidad de más consenso entre todos los partidos políticos, que en los momentos actuales no parece fácil, pero que es factible porque hablando se entiende la gente. Es cierto, en todo caso, que la atomización del voto que se prevé a partir de ahora, merced a la irrupción de Vox en el panorama nacional, que ha cambiado el curso de la política española tras su potente debut en las elecciones andaluzas, supondrá una gran dificultad añadida a la hora de poner a todo el mundo de acuerdo. Pero, mientras el consenso no exista, es muy tramposo, aparte de torpe, pretender desprestigiar y desautorizar el texto constitucional. Larga vida a la Constitución del 78.