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Sin problemas con Galileo

A la Iglesia católica no le quedó más remedio que hacer las paces con la cosmología de Galileo porque, dijera lo que dijera la Biblia y el sentido común, la Tierra realmente gira alrededor del Sol. El Barça nunca tendrá que hacer las paces con Galileo porque la Biblia azulgrana, el sentido común y la tozudez de los hechos han dejado claro desde el principio de los tiempos que el equipo juega alrededor del Sol, y ese sol es Messi. Sin embargo, es posible que el Barça tenga que pedir perdón cosmológico a Dembélé porque si bien el jugador francés está lejos de ser el Sol del juego culé, cada vez está más claro que Dembélé es algo más que un cometa o un meteorito. Es la sal. El granito de locura imprescindible en un equipo muy académico. El tipo que encara, se lanza a la aventura, corre sin retrovisor, se mueve a toque de corneta y nunca hace prisioneros. A veces Dembélé nos desespera un poquito, pero a cambio todos sabemos que se puede esperar por él. Aunque a veces no llegue. La sal de Dembélé fue suficiente en el partido contra el Villarreal para alegrar a un Barça sin delantero centro desde la lesión de Luis Suárez y la no-presencia de Munir. A los viejos aficionados, la verdad, nos gusta el delantero centro de toda la vida. A falta de Suárez, echamos de menos a un Henrik Larsson. O a un Krankl. O a un Quini. O incluso a un Alcácer (en la versión del Borussia Dortmund, por supuesto). Sin un Larsson o sin un Krankl, el Barça confía en las apariciones de Arturo Vidal y en las llegadas del gran Piqué, ese tipo que, si hacemos caso a los grandes gurús del balompié, ya está muerto para el fútbol. Pero Piqué no está muerto, sino que es el mejor central de la Liga y, además, se va de parranda al área rival cuando le da la gana. Bien en defensa, y autor de un gol contra el PSV y otro contra el Villarreal, Piqué resulta ser un Larsson de la casa y de urgencia. Pero Piqué no es suficiente, y por eso necesitamos que Dembélé ponga en aprietos a la cosmología culé, a la espera del mejor Coutinho, del regreso de Suárez o del fichaje de un delantero holandés que entienda que, en el Barça, hay un Sol que se llama Messi y que nunca hemos tenido problemas con Galileo.

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