Varios son los condenados y los que han pasado por la cárcel entre los presidentes de los clubes españoles. El mediático Gil y Gil, del Atlético de Madrid, fue condenado en distintas ocasiones y pasó por prisión en otras varias.

La primera, en 1969, siendo indultado al año y medio por el dictador Franco. La última, por aquel caso de las camisetas del que era su club; saliendo a los pocos días.

En el Sevilla, Del Nido otro tanto. Varios años ha pasado encerrado en prisión por sus tejemanejes con Julián Muñoz y compañía, sin conseguir indulto gubernamental, que sí que recibiera el del Las Palmas, Ramírez, por un delito urbanístico.

Y como colofón los del Barcelona, Núñez, al que llamara José María García «mini-lehendakari» por su origen vasco, que ingresó en prisión por temas relacionados con Hacienda. Vamos, que como tantos, evadía impuestos.

Otros se quedan en la elusión, que es como más amable y sin objeto de delito, al que seguiría los pasos carcelarios Sandro Rossell con sus líos de fichajes y evasión de capitales, que aún sigue en prisión provisional en espera de juicio. Una muestra de que más que un botón vale para abrocharse una buena gabardina. Son los presidentes con cargos, los condenados.

Por tanto, nada nuevo en el panorama futbolístico patrio que nos escandalice. Como nada nuevo en el panorama del Hércules en los últimos años. Nada que no haya sido objeto de escándalo en torno a la justicia. No íbamos a ser menos que tantos clubes. ¿Quién no tiene un presidente investigado, imputado o condenado? Algunos sacan músculo hasta con esto.

El Hércules además lo tiene y confeso. El máximo accionista herculano, el que manda en la sociedad deportiva por mucho presidente títere que ponga cara a la galería, ha declarado en la fiscalía con el fin de que le rebajen la petición de condena, que contribuía a la financiación ilegal del gobierno autonómico de los populares, con los que consiguió pingües beneficios y obras adjudicadas en detrimento de otros constructores. Aparte tendrá que dar cuenta de sus implicaciones en el caso Brugal, con Ripoll, y el del PGOU, con Díaz Alperi y Castedo.

De ahí que no sea tan disparatado que el presidente de la Comisión del centenario del Hércules, Rico Prats, nada que ver con el difunto y honrado Rico Pérez ni con el que suscribe, esté imputado por corrupción. Solamente con preguntarse quién lo ha colocado, quién lo nombra, tendremos la respuesta a su condición de sospechoso de los cargos, cohecho, que se le achacan. Pagos al alcalde de parte de Ortiz. Dime con quién andas y te diré quién eres, o de qué pie cojeas. Como gusten.

Vergonzoso para un entidad centenaria como el Hércules sí que lo es. Pero teniendo el dueño que tiene, nada es de extrañar. Son los hombres de Ortiz, aquellos que ha venido utilizando para encargos poco recomendables, para los negocios turbios. Son los hombres del presidente en la sombra.

No respetan ni una fecha emotiva y de alegría colectiva para la afición y la ciudad. El club y el equipo, aguantando embestida tras embestida por culpa de las deshonestas andanzas de su máximo accionista.

Triste pero real, y seguirá la entidad blanquiazul con esta cruz evitando caer en este interminable «vía crucis» en el que se ha convertido la lamentable presencia de Enrique Ortiz en el Hércules. El fútbol no tiene culpa.