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Un pacto que parece condenado

El pacto internacional sobre migraciones que debe aprobar la ONU el próximo diciembre parece condenado a quedarse en papel mojado a juzgar por la reacción negativa de muchos países potencialmente receptores.

No sólo los Estados Unidos del Donald Trump de "América primero", sino también Australia, Israel y varios países europeos, sobre todo los de Gobiernos populistas del Este, han expresado ya su rechazo.

Incluso en Alemania, la canciller Angela Merkel, que lo ha defendido con energía en el Parlamento, no ha conseguido el apoyo unánime de sus correligionarios, que se muestran divididos sobre sus eventuales implicaciones.

Para la líder cristianodemócrata, es de "interés nacional" que mejoren en el mundo las condiciones tanto para quienes huyen de la violencia como para quienes salen de sus países para escapar de la miseria o mejorar su situación económica.

El líder de la ultraderechista Alternativa para Alemania, Alexander Gauland, ve en el pacto sobre inmigración el caballo de Troya que hará que Europa acabe inundada de africanos y pierda del todo su identidad.

Pero hay quien, como la izquierdista Sahra Wagenknecht, acusa a la canciller cristianodemócrata de hipocresía por hacer "como si las migraciones no tuviesen nada que ver con la exportación de armas".

La ultraderecha trata de presentar el acuerdo como un documento que obligará a Europa a abrir de par en par las puertas, no ya a quienes buscan asilo político, algo a lo que está ya obligada, sino también a la inmigración económica.

Lo único cierto es que los países de la ONU han acordado un documento algo pomposamente llamado "Pacto Global para una Migración Segura, Ordenada y Regular", pero que en realidad no es vinculante jurídicamente.

Aunque con la inestimable ayuda de las redes sociales han conseguido los populistas agitar el miedo de muchos ciudadanos, preocupados ya por la pérdida de su status, a una mayor competencia tanto a la hora de buscar trabajo como en el disfrute de unos servicios sociales cada vez más escasos.

Y, sin embargo, el texto negociado en la ONU tiene en cuenta muchas de las preocupaciones de los ciudadanos ya que, entre otras cosas, compromete a los países signatarios a combatir la migración irregular y a luchar contra quienes trafican con seres humanos o los tratan como esclavos.

Lo que molesta sobre todo a la derecha, y no sólo la populista, es que en el documento se reconozcan por primera vez el derecho que asiste a las personas, incluso las no amenazadas por las dictaduras o las guerras, a intentar mejorar su suerte en otro país: es decir el derecho a la migración económica.

La realidad es que el fenómeno migratorio no sólo está ahí para quedarse sino que va a crecer año tras año, y más vale no esconder como los avestruces la cabeza debajo del ala sino mirarlo de frente.

Y a ese fenómeno van a contribuir no ya sólo unas guerras en las que tantas veces se utilizan nuestras armas y que sirven a los intereses estratégicos de unos u otros, sino también el cambio climático con sus dramáticas consecuencias en forma de sequías, inundaciones o subida del nivel de los mares.

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