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Ofensores y ofendidos

El problema no es sonarse con la bandera, sí hacer creer que es humor

Hay quienes creen que las ofensas a la bandera nacional no lo serían tanto si algunos de los que la ofenden, aparentemente sin motivaciones políticas, sólo para hacer una gracieta, probasen de vez en cuando a sonarse los mocos con las esteladas y las ikuriñas, por poner dos ejemplos. O si se pusiese de moda silbar "El Segadors", de cuando en cuando, en vez de tomarla siempre con la "Marcha Real".

Hay quienes exigen reciprocidad para sentirse iguales en un mundo de provocadores y provocados, de escandalizadores y escandalizados, donde sospechan que se estila demasiado la ley del embudo. Piden el escupitajo para todos, el vómito repartido. Aunque entiendo que haya personas que puedan sentirse ofendidas porque alguien se suene los mocos con la bandera de su país, yo no le veo gran problema, que ello pueda resultar motivo de condena en los tribunales me parece desproporcionado.

Otra cosa es que alguien lo denuncie y el juez decida admitir a trámite la demanda. Entre los periodistas sabemos lo que significa declarar como imputados por supuestos delitos de opinión contra el honor de los supuestos ofendidos que deciden ponerlo en conocimiento del juez. El problema no es sonarse con la bandera sino hacernos creer que se trata de humor. Dani Mateo hubiera resultado, a mi juicio, mucho más creíble como transgresor y, también, como humorista si hubiera defendido el simple derecho a limpiarse la nariz con la enseña nacional sin tener que pagar por ello.

Librarse de comparecer ante un juez con los dídimos de corbata resulta algo más complicado porque ofenderse por todo cada vez es más fácil en esta vida. El mundo está lleno de ofendidos.

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