La burda mascarada de querer por enésima vez restringir a los regantes valencianos y murcianos el envío de agua del trasvase a la considerada como huerta de España, aduciendo ahora unos al parecer falsos deterioros de tan importante infraestructura hidráulica, pone de manifiesto la facilidad con la que se vulnera la legislación vigente en cuanto al número de hectómetros cúbicos a desembalsar de Entrepeñas y Buendía a tenor de sus recursos almacenados.

Entre las muchas barbaridades que se oyen a menudo en unos tiempos donde la historia es pisoteada y la estupidez vociferada, he escuchado la tal vez más zafia, que hay que acabar con el trasvase Tajo-Segura por ser franquista. Razonar la eliminación de una obra pública de la dictadura por sí misma no soporta el más bajo coeficiente intelectual. Pero además resulta ser una mentira.

Cuando el 16 de diciembre de 1931, ocho meses después de proclamada la II República, accede a la cartera de Obras Públicas el socialista Indalecio Prieto, se plantea como prioritario el acabar con la secular carencia de agua para regar y beber que padecía el sureste de la Península Ibérica.

Encarga al prestigioso ingeniero Manuel Lorenzo Pardo la redacción de un Plan Nacional de Obras Hidráulicas, sin importarle que hubiera sido director general de ellas durante la dictadura del general Primo de Rivera. Lo concluyó en enero de 1933 y al mes siguiente, en concreto el domingo 26 de febrero, acude Prieto a Alicante acompañado del propio autor del proyecto y de políticos de la tierra con cargo en Madrid, como Carlos Esplá y Rodolfo Llopis, para darlo a conocer públicamente.

Un abarrotado cine Monumental acoge al ministro que, ante primeras autoridades venidas de València, Castellón, Murcia, Albacete y Almería, además de las alicantinas, iba a presentar el denominado Proyecto Prieto-Pardo de Riegos Levantinos.

Indalecio Prieto en persona lo explicó con gráficos por espacio de dos horas, no excluyendo, ante los muchos datos técnicos, frases propias de su carácter apasionado y vehemente, de tal manera que tildó de «miserables traidores a España» a quienes se opusieran a los trasvases que consideraba «obra redentora» de justicia social para el socialismo.

Reproduzco textualmente unas frases harto significativas: «Cuando haya agua para todos, el santo sentimiento de vuestra hermandad no quedará turbado por ninguna lucha impulsada por el odio. (?) Esta no es una obra a realizar en el periodo brevísimo de días, ni de meses, es obra de años para lo cual se necesita la asistencia de quienes hoy gobiernan, de quienes estén en la oposición, de quienes sirven al régimen republicano y, oídlo bien, de quienes estén en contra de él».

Aquella visita triunfal le llevó posteriormente a un almuerzo en la Lonja de Alicante servido por la Diputación, una cena en el Hotel Samper y hasta un baile de Carnaval en el Teatro Principal.

Al día siguiente visitó varios pueblos de la huerta alicantina y la Vega Baja, en concreto Callosa de Segura y Orihuela. En esta última se refirió al Plan como «un proyecto realmente grandioso» añadiendo que «defender aquí el agua equivale tanto como defender la vida y nosotros lo que queremos es garantizar un caudal de agua para todos, garantizar y asegurar sus medios de subsistencia».

El 12 de septiembre de 1933 caerá el gobierno izquierdista y ocupará la cartera de Obras Públicas un radical lerrouxista canario poco amigo de los trasvases y cuyo nombre lo decía todo: Rafael Guerra del Río.

Asombra saber que en este mismo año 1933 un ingeniero manchego afincado en Aragón, también con apellido significativo, Félix de los Ríos, proyectó un trasvase del Ebro desde Cherta, en Tarragona, que llegara a Castellón, València, Alicante y Murcia.

La guerra civil hizo imposible la consecución de estas obras y fue durante el franquismo cuando se retomó el proyecto del trasvase Tajo-Segura mediante Orden Ministerial de 30 de julio de 1966, una infraestructura de 292 kilómetros cuyas primeras aguas arribarían ya en democracia, el año 1979.

Según la comunidad autónoma donde se encuentren, los partidos mayoritarios opinan a favor o en contra de los trasvases. El agua da y quita votos por lo que resultaría más lógico que fueran las comunidades de regantes, auténticas beneficiarias y perjudicadas, las que, con cifras en la mano, llegaran a consensuar los trasvases que, no lo olvidemos, aportan pingües beneficios recíprocos ya que el agua no sale gratis a quien la recibe.