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Teatro crítica

Espesura textual

Incluida en el ciclo Juno a la Tardor, dentro del Circuit Cultural Valencià, que se dedica a las creadoras, como Laila Ripoll con su compañía madrileña Micomicón Teatro. Es la directora de Donde el bosque se espesa, y ella y Mariano Llorente han compartido la escritura de un texto que quiere ser testimonio del horror en la Europa del XX. Masacres, genocidios y desaparecidos. Guerra Civil española, II Guerra Mundial y la guerra de los Balcanes, que tuvo lugar entre 1991 y 2001. Asuntos conocidos, aunque siempre es bueno no perder la memoria histórica. Así, los medios visuales de la representación se acercan al «teatro brechtiano», de Bertolt Brecht, para interactuar con los asistentes y dirigir sus observaciones. El empleo de la historización trata de ahondar en el trasfondo político-social de estas cosas, sin bucear mucho, con un diseño irrealista donde el sentimiento se sustituye por la razón. Esta manera de plantear el hecho escénico es lo mejor de una obra dilatada estérilmente, cuya realización dramática no tiene todo el interés deseado, excepto algunos trazos y algunas cortas situaciones mejor teatralizadas. El teatro dentro del teatro se esboza en la concepción teatral, y la idea del teatro documento aporta datos y ciertas proyecciones de vídeo con limitado alcance. La actriz Mélida Molina tiene mayor relieve como charlatana en una fantasmal taberna con el acordeonista Néstor Ballesteros y unos seres sin rostro. Los que fueron asesinados y enterrados en fosas comunes o cunetas. Están ahí o bailan. Destaca Teresa Espejo como hija de Arantxa Aranguren, y realizan un viaje emocional, una investigación que busca personas relacionadas con la abuela, el abuelo y el bisabuelo en los lugares de aquellas guerras. Los actores cumplen con más de un papel a veces, en el ámbito de las cambiantes luces y de la lúgubre escenografía, y vemos la breve parodia sobre un tal Hitler que acoge Mélida Molina. También canta, y los pasajes fusionan los ingredientes. El pasado vibra al abrir la caja de los recuerdos. No se afirma pero ocurrió. «Destruimos Yugoslavia -según Estados Unidos- solo porque era la última isla de socialismo en Europa». Y los lastres perduran.

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