Facebook (FB) siempre se ha considerado un tipo de Compañía diferente. No es un movimiento social ni una herramienta democrática. Es una empresa y como para la mayoría de las sociedades, lo más importante es el beneficio.

Una reciente investigación del New York Times (NYT) ha desgranado los errores que habría cometido la red social cuando se ha visto confrontada a la injerencia rusa, de cuyas acusaciones se habría defendido, contraatacando a sus críticos y competidores con tácticas oscuras.

La investigación que, para una parte de la opinión puede anticipar un punto final al feminismo corporativo que practica, descubre un deslucido retrato de los dos protagonistas principales: Mark Zuckerberg, CEO y padre de la criatura, y Sheryl Sandberg (SS), directora operativa (COO) de Facebook.

Mientras a Zuckerberg (34) se le ha adjudicado el papel de ingenuo filántropo, más negligente que malicioso, a Sandberg (49) no se le ha concedido la presunción de inocencia al ser acusada (villana-en-jefe) de anteponer los objetivos de la compañía y su propio status, a la cautela y la transparencia, principios básicos de la buena gobernanza.

De la inclemente crítica se deduce que una de las escasas mujeres en el mundo que codirige un gigante global, ha sido quien habría salido peor parada. Según sus detractores, sus fallas habrían sido conminar a los empleados de FB al silencio, no ser transparente con los usuarios y usar su influencia con los políticos de ambas orillas para atenuar la regulación y el control gubernativo.

El hilo conductor de la acusación son las desviaciones del libro corporativo y las tácticas que habrían sido utilizadas para disimular la negligencia de la compañía en el manejo ruso y la privacidad del usuario.

No tardó SS en colgar en su red social una flácida autocrítica: «Mark y yo fuimos demasiado lentos, pero insinuar que no estábamos interesados en saber la verdad, esconder algo que sabíamos o impedir investigaciones, es simplemente falso».

Entre otras menudencias, se ocultó el fichaje como vicepresidente de asuntos públicos corporativos de un veterano republicano, conocedor de la Casa Blanca en los tiempos de G. Bush. Esto expondría a Facebook más interesada en su reputación y preocupada por las reacciones de los votantes republicanos que por la seguridad y la intromisión de Rusia en las elecciones americanas.

O que se habría contratado a una agencia de comunicación que habitualmente trabaja con los republicanos, que habría hecho trabajo sucio contra Apple y Google.

Por no mencionar la bronca «nos tiraste debajo del autobús» que al parecer habría echado al jefe de seguridad de FB, cuando, tras investigar sobre los trols rusos, explicaba al Consejo sus averiguaciones.

En 2013, Sheryl Sandberg se había presentado a mujeres de una cierta banda ideológica y ubicación geográfica como un modelo de mujer trabajadora.

Lo cierto es que la crisis de Facebook coincidió con que a SS le tocó capear una crisis personal, tras enviudar al perder a su marido, que murió de una crisis cardíaca mientras corría en la elíptica de un hotel vacacional en México.

Para muchos de sus admiradores, a los que ofrecía consejos para superar una pérdida familiar en su libro Option B, esa defensa resulta suficiente. El hecho de que mostrara su dolor, su duelo, incluso escribiera sobre ello a modo de un libro de autoayuda, la acercó a mucha gente que se identificó con esa pena.

Mujer inteligente que ya ha conocido el horror de la pérdida y de la muerte, cuando decidió casarse de nuevo se ganó el rechazo de muchos en su entorno que quieren que esa herida interna continúe, que sea visible y que sangre por fuera.

La experiencia corporativa ha llevado a algunas feministas a distanciarse de quien habría priorizado los beneficios a la ética. Y es que el éxito se perdona mal. Las altas capacidades para elegir caminos ventajosos, para la empresa y para la vida, se miran con desconfianza y con exceso de crítica, especialmente en una mujer como ella que era el modelo de «una pena en observación».

Lo que une a los humanos y es común a todas las culturas, es el dolor; todos sufrimos por lo mismo, el hambre, la enfermedad, la muerte, la pérdida? es universal. Pero siempre es más fácil identificarse con el dolor que con el éxito.

Lo delicado es que SS, que trabajó en el Gobierno antes de incorporarse al sector tecnológico, dejó de ser una persona para pasar a convertirse en una idea. El hecho de desempeñar un papel decisivo en el manejo de la reputación de su compañía, junto a sus relaciones con la nomenclatura de Washington, contribuyeron a mellar su marca de feminismo moderno y la llevaron a ser criticada por mostrar un cierto artificio, una actitud cálida al tiempo que trepaba por la jerarquía corporativa.

Lo cierto es que para sus seguidores está siendo complicado concordar la Sandberg que reconocen como una líder empresarial competente e incansable, abogada de la igualdad de género y las políticas más compasivas, con la ejecutiva manipuladora, eso sí, con nobles ideales (verdad y democracia) encaminados a engrosar los negocios de FB.

Buen número de quienes han leído y apreciado sus libros y artículos de opinión sobre la igualdad en el puesto de trabajo, sus consejos vitales sobre tiempos duros o la necesidad de mejorar las condiciones de trabajo de sus empleados, han cuestionado que esta mujer, cálida y educada, haya sido un icono feminista en un sistema sexista, dominado por los hombres que triunfan en el sector tecnológico.

Su caída en desgracia reproduce la historia de otras mujeres poderosas. Esto nos lleva a concluir que ellas pueden ser tan deshonestas o mentirosas como ellos, pero sin embargo no representan un grupo homogéneo y cohesionado.

Nuestros discursos dicen que las mujeres, en el mundo de los negocios, la política, los media y los deportes, son mejores (más competentes, más éticas y mejores comunicadoras) pero cuando nos encontramos con una mujer poderosa que se comporta como tantos hombres poderosos, a menudo reaccionamos con mayor rabia y justificamos un castigo mayor.

Esto es lo que podría haberle sucedido a Sheryl Sandberg que, no hace tanto, estaba en la pole position de las potenciales aspirantes demócratas a la Casa Blanca. Ahora aparece en el NYT retratada como una astuta manipuladora de la opinión pública a quien solo parece interesar la salvaguarda de su marca personal.

La realidad es que, desde el pasado mes de julio, las acciones de la Compañía han bajado un 35% y la discusión sobre la gobernanza aún no ha terminado.

Para evitar lo que se le puede venir encima, Facebook, que ayuda a estar en contacto con familia y amigos y compartir videos para amueblar la espera en la consulta del médico, haría bien en reconocer los hechos como fueron. Lástima que Zuckerberg y Sandberg no hicieran el servicio militar porque habrían aprendido que: «Puedes delegar autoridad, pero nunca puedes delegar responsabilidad».

Al margen de que una evidente misoginia puede ayudar a entender, retratar y castigar la inescrupulosidad, estos tropiezos nos recuerdan que el mundo tiene cada vez menos tolerancia a los errores y a las malas conductas, tanto de hombres como de mujeres. La «heroína» controvertida seguirá siendo motivo de ceñida atención.