Stuttgart Symphony Orchestra

ADDA

Stuttgart Symphony Orchestra, SWR.

Director: Eliahu Inbal.

Trío Ludwig (Abel Tomàs, violín; Arnau Tomàs, violonchelo; Hyo-Sun Lim, piano).

Obras de Beethoven y Bruckner.

Uno de los grandes momentos desconocidos de la obra de Beethoven es El movimiento lento del Triple concierto para violín, cello y piano. La sección es breve, de una belleza discreta y sencilla como muchas de las mejores cosas de la vida. Es tanta la atracción que siento por ese momento beethoveniano que hace unos años lo utilicé de base para escribir una suerte de variaciones para la desproporcionada formación de dos pianos, violín y cello. Pero era tal la consideración y el respeto que sentía por ese fragmento que desarrollé las variaciones al revés: desde una música que no podía estar más lejos del lenguaje del maestro de Bonn los elementos superfluos de mi idioma se iban volatilizando hasta dejar el cuerpo desnudo del tema principal del citado Adagio del tiple concierto que aparecía entonces de manera conmovedora y casi desgarradora por su desnudez. El resultado no fue del todo malo a pesar de mi limitado alcance compositivo. Pero no he venido aquí a hablar de mi libro.

Hablemos entonces del concierto que el pasado miércoles 21 de noviembre ofreció la Stuttgart Symphony Orchestra, SWR en la Sala Sinfónica del ADDA dentro de la temporada sinfónica de dicho auditorio y que nos trajo el Triple concierto para violín, violonchelo y piano Op. 56 de Beethoven y la Cuarta sinfonía «Romántica» de Bruckner. La primera parte fue ocupada por el citado concierto de Beethoven con un esplendido Trío Ludwig que salvó con brillo y soltura las tremendas (sobre todo para el cello) dificultades de la obra en una versión, como ocurre con frecuencia en estos lamentables tiempos de la corrección política como dogma, que se centró en el dialogo más que en la confrontación, a veces bronca, que tan bien ponen en manifiesto Oistrach, Rostropovich y Richter en su grabación de la obra con Karajan -les recomiendo que se enteren de las vicisitudes de dicha impresión a través de lo que dice el pianista ruso en el documental sobre su vida Richter: el enigma.

La segunda parte la ocupó, entonces, la citada obra de Bruckner. Si les digo la verdad lo único que me parece interesante de la composición son las idas y venidas de sus distintas versiones en una sinfonía en la que uno no sabe con cuál de estas quedarse para que hacerla aguantable. De cualquier manera, el volumen orquestal en número de efectivos que traía la formación consiguió que, ya de por sí, la música caminara con un director, Eliahu Inbal, de gran ductilidad en la mano derecha pero que en la izquierda quedó pobre, al menos en lo que requiere una obra de dicha envergadura y de la que el propio autor, dicho ha quedado, no tenía claro el resultado. Un concierto, en definitiva, impresionante en directo por volumen y calidad, pero que no habría aguantado bien la reproducción en el salón de casa por una cuestión de equilibrios entre secciones.