Artículo 13. 1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. 2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su país.

Un grupo de homo sapiens inició la primera migración de la historia desde África, cuna de la humanidad, hace unos 200.000 años. La movilidad ha sido siempre una característica del ser humano. En esa larga etapa nómada no hubo fronteras, este es un concepto unido a la idea de posesión de recursos ubicados en un espacio concreto, diferente al de otro grupo humano del que es necesario diferenciarse. Son construcciones humanas a menudo agresivas, que han variado como resultado de invasiones y conquistas de territorios y del expolio de recursos y matanzas de las poblaciones.

Simultáneamente surge la necesidad de la construcción de un «otro» amenazante, siempre foráneo. Se crean categorías de personas que cambian según el momento histórico y las relaciones de poder: «bárbaro», «salvaje», construcciones imaginarias, simbólicas que establecen fronteras entre un «nosotros» y «ellos». El color de la piel, la religión y el nivel socioeconómico han servido para marginar a distintos grupos humanos. Las expresiones moro, negro, musulmán... pobre, se asocian a ignorancia, atraso y peligrosidad.

El espectacular desarrollo de los medios de transporte ha hecho posible que las mercancías y los capitales circulen libremente a lo largo y ancho del planeta imponiendo la cultura del consumo que necesita un mercado cada vez más amplio y precios de materias primas y de trabajo humano cada vez más bajos. Infinidad de productos llegan desde los más alejados lugares del mundo fabricados y cultivados por miles de hombres, mujeres y niños que trabajan, mayoritariamente, en condiciones infrahumanas. Para quienes intentan huir del hambre, las guerras, las deforestaciones y sequías resultantes del cambio climático, las fronteras son rígidas e impenetrables.

El mundo actual considera que los pobres del sur son una amenaza social, criminal, como los nuevos bárbaros. Europa y Estados Unidos, representantes del «mundo desarrollado» se han convertido en fortalezas inexpugnables que hay que proteger.

Estados Unidos intenta detener las columnas del hambre de centroamericanos con una extensa muralla fuertemente militarizada. La Unión Europea ha creado la Agencia Frontex para el control de sus fronteras. Su presupuesto pasó de 6,3 millones de euros en 2005, a más de 302 millones en 2017, generando un negocio cada vez más lucrativo para las empresas españolas fabricantes de armas y tecnología. España es el país más favorecido con estos fondos y juega un papel decisivo como guardián de las fronteras y ha transformado Ceuta y Melilla en una de las fronteras entre ricos y pobres más desigual del mundo con kilómetros de alambradas y vallas reforzadas por concertinas, lo que no impide que sigan siendo escaladas aún a costa de la propia vida con la desesperación de quienes huyen del hambre.

El Mediterráneo se ha convertido en cementerio de miles de personas que se atrevieron a tener ilusiones y proyectos, terminaron en el fondo del mar. El último informe de la Organización Internacional de las Migraciones señala que entre los años 2014-2017 murieron 15.314 personas probablemente son más. Es resultado de las políticas de represión, persecución y de la práctica de devoluciones en caliente, en el caso de España, que el Tribunal de Estrasburgo condena por atentar contra los Derechos Humanos. Nunca como en la actualidad las migraciones han sido tan perseguidas y criminalizadas.

La percepción de la presencia extranjera en Alicante queda distorsionada por el uso perverso del lenguaje que ha construido dos realidades en torno a los términos extranjero e inmigrante entendiendo por extranjero una persona blanca, preferentemente inglesa o alemana, de alto nivel de vida y sólida formación, mientras que inmigrante se asocia a marginalidad, pobreza y escasa educación, ambas expresiones significan lo mismo.

Los datos del Instituto Nacional de Estadística indican que la mayoría de inmigrantes extranjeros instalados en Alicante proviene de países europeos. Dos terceras partes de los 325.120 extranjeros, son europeos, 206.422. La mayoría de ellos son comunitarios. Los británicos ocupan un destacado primer lugar: son el 20% del total, 66.397, uno de cada cinco extranjeros es británico. Esta presencia suele pasar inadvertida, todos son considerados turistas.

La atención se concentra en quienes llegan desde África, especialmente los musulmanes a los que se relaciona directamente con el terrorismo, lo que significa ignorar u ocultar que, según el Índice Global de Terrorismo 2015, el 78% de las víctimas del terrorismo en 2014 lo fueron en Afganistán, Irak, Nigeria, Pakistán y Siria, la mayoría eran musulmanas, pero no ocuparon las portadas de los informativos y fueron casi inexistentes en los medios de comunicación, un «privilegio» sólo reservado a los blancos occidentales.

La presencia africana en Alicante representa el 18,2% de la inmigración extranjera, 59.075, cifra bastante alejada de la europea e, incluso, inferior a la de los británicos, pero suelen ser rechazados, marginados y observados con desconfianza.

El astronauta Miguel López Alegría de origen español, exclamó: «Desde el espacio no hay fronteras, somos nosotros los causantes de todo lo bueno y lo malo de la Tierra».

Lunes, 19 de noviembre, se reanuda el ciclo «Por la igualdad y la diversidad de género» con la película HOWL, de Rob Epstein, Jeffrey Friedman, Finlandia, en el Aula CAM a las 20.00 horas.