Ver a Macron, que quiere restaurar la grandeur de Francia en Europa, humillado y maltratado por un Trump que se regodea con la bajeza del patán, le pone a uno a cavilar sobre qué está pasando en este mundo enloquecido en el que todo vale. Elegir la fecha del armisticio que puso fin a la Gran Guerra, la más sangrienta hasta entonces (un 18 de octubre, tal día como ayer, hace cien años), pero que sembró la semilla para el siguiente holocausto de la humanidad, de la mano de las ideologías extremas del nacionalismo y el racismo, es como para ponerse a temblar. Los desprecios de este personaje, la incitación a la división, al odio, al nacionalismo del yo primero, de la guerra contra el otro, sea periodista, negro, mujer, inmigrante, etcétera, colma la escena mundial de malos presagios, tan malos como los que precedieron, hace cien años, a aquella serie interminable de suicidios en masa.

Ya nos avisó de todo este gran embrollo Eric Hobsbawm, el gran historiador británico: «el corto siglo XX», el siglo de los extremos, de las guerras, de la reconstrucción europea, la descolonización, etcétera, que la implosión de la Unión Soviética interrumpe inesperadamente en 1991, no ha dejado paso a un mundo estable guiado por la globalización, sino al contrario, a un mundo sumamente inestable, peligroso, abierto a todas las incertidumbres, entre ellas, la que el propio Trump nos proporciona: que su dedo se puede posar sobre el botón nuclear.

Tampoco Trump está para muchas celebraciones. Si humilla a Macron y le espeta que está en horas bajas, tampoco en casa está boyante: ha perdido una de las cámaras, la misma que tiene los cordones de la bolsa, que puede frenar el anti-medicare, el muro mexicano y las medidas antiinmigración, que puede impulsar investigaciones muy necesarias sobre colusión, sobre la consentida injerencia rusa y otras más personales por perjurio. Pero cuando más cuestionado, más peligroso es. La emergencia de este inestable personaje no se hubiera producido sin la abdicación del partido republicano de sus principios y sin el apoyo de sectores sindicales hipnotizados por la falsa retórica nacionalista de «América primero», es decir, que lo primero son los intereses de los trabajadores americanos maltratados por la deslocalización de empresas. Ya se sabe a qué conduce la demagogia del nacionalismo económico: a la casilla de salida de 1914.

El mundo bipolar del «corto siglo XX» del que hablaba Hobsbawm se ha convertido en un mundo sin referentes estables, en una larga pos-guerra fría donde las amenazas, lejos de disiparse, aumentan cada día. En el universo trumpiano, Europa, o mejor dicho, la Unión Europea, es una amenaza comercial, tecnológica y política. En su loca carrera por fijar al enemigo, que para Trump es China, la UE es un obstáculo que puede interponerse en su camino. Cierto que la tensión Estados Unidos-UE viene de lejos: la implosión de la Unión Soviética y la creación del euro trastocaron los planes hegemónicos norteamericanos; pero lo de Trump es otra cosa; es el intento descarado de romper la Unión Europea mediante la inoculación del virus del nacionalismo para mejor controlarla y eliminar competidores; la UE, ¡la mayor potencia comercial del mundo!

Ya lo dijo Merkel: el amigo americano ya no existe. Las humillaciones constantes que practica Trump hacia los dirigentes europeos y sus mofas del sistema de gobierno de la UE encuentran eco en el coro de sectores anti europeístas en el continente y entre los partidarios de las soluciones autoritarias y ultranacionalistas, a los cuales Trump alienta. En realidad estos son la quinta columna de Europa. ¿Va a haber una reacción europeísta valiente ante este desafío, a la injerencia del trumpismo en las próximas elecciones europeas, por ejemplo? Yo creo que sí. Creo que mucha gente va a decir: ¡Pero qué es esto! Vamos a defender el proyecto europeo como factor de paz y de civilización, el de una Europa verdaderamente democrática y social, capaz de integrar las diferencias y de perfilarse como un actor en la escena mundial. Una Europa de Estados y de ciudadanos que sepa ganar el futuro.