Hemos de reconocer la riqueza que tiene la lengua española y su trascendencia en otros países allende los mares. Pero, a veces, se puede jugar con ella como en el caso de los nombres femeninos afición y adicción. En el segundo de ellos podríamos, por extensión, considerar que es una afición desmedida. Sin embargo, en el primero, simplemente puede ser una inclinación a algún espectáculo al que se asiste con cierta frecuencia al mismo. En mi caso, creo que estoy en la línea de afición, sin llegar, por su puesto a la adicción, a uno de los espectáculos que siempre me ha llamado la atención y que cuando tengo ocasión presencio: el circo.

Siempre he soñado el poder asistir a aquellos circos que recorrían ciudades y países cargados con sus pertrechos, artistas y colección de animales, que sólo en ellos se podían ver en vivo en un pueblo de provincias. De igual forma que, mi afición circense me ha llevado a coleccionar algunas películas y programas de este espectáculo.

Sin ir más lejos, hace algunos años en un «librero de viejo» de Barcelona adquirí un programa de la actuación por primera vez en España del Circo Krone, después de haber efectuado giras por Italia, Suiza y Alemania. Creo con certeza que dicho programa corresponde a su actuación en la Ciudad Condal, a la que arribó en seis trenes especiales y 260 vagones. Fue instalado en la Diagonal, junto a Turó Park, inaugurándose el 25 de octubre de 1927, asistiendo los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, acompañado por la Infanta Dª Beatriz, que por esas fechas visitaban Barcelona. Bajo la carpa fueron recibidos con la «Marcha Real» interpretada por la orquesta del circo compuesta por 60 músicos. Días después, el 30 de octubre, SS.MM. y su séquito visitaron el Parque Zoológico en el que se mostraban 700 animales. Entre ellos: 23 elefantes, 43 leones, 45 tigres de Bengala y Siberia y 35 osos polares.El público catalán pudo disfrutar de este gran circo y de su espectáculo hasta el 13 de noviembre del citado año y su actuación fue muy bien acogida por la prensa catalana.

El Circo que dirigía Karl Krone tenía una capacidad para 12.000 espectadores y su gran carpa era sostenida por seis mástiles. Su pista estaba compuesta por «tres arenas» y dos escenas, lo que permitía simultanear a la vez entre otras actuaciones la doma de 36 leones y tigres, repartidos en las tres arenas, e incluso la presencia de 20 elefantes africanos y asiáticos.

Los precios de las entradas oscilaban entre dos y veinte pesetas, general con asiento y asiento palco central, respectivamente.

Entre los números que ofrecía, presentaba como gran novedad «Juegos circenses de estilo romano antiguo», con gladiadores, carreras de caballos en pie y de cuadrigas. Así como, torneos medievales, 16 artistas gimnásticos en altura y una «Procesión exótica» o desfile con gran parte de las especies de su zoológico, y una tribu de indios iroqueses.

Karl Krone, con esta empresa quería ponerse a la altura del Circo Americano que triunfaba en el Norte del Nuevo Continente, cumpliendo así con una de sus ideas desde joven, como era «crear un circo que presentase los espectáculos más perfectos y más espléndidos».

La llegada del Circo Krone a una ciudad era acompañada por la curiosidad de sus habitantes que veían a los elefantes efectuar tareas de descarga de los trenes especiales, el montaje de su carpa y de sus dependencias, como la cocina de campaña capaz de atender a 500 personas.

Aunque durante mi vida he tenido ocasión de presenciar los espectáculos de grandes circos con tres pistas como el Circo Americano o el Circo Ruso de Ángel Cristo, este último en Barcelona con Bárbara Rey como domadora de elefantes. Pero siempre me hubiera gustado asistir a otros como el Circo Krone o el Circo Gigante Internacional Gleich, que por esos años veinte hacía su gira por España. Sin embargo, para ello, tenía que haber nacido antes, aunque esto no es óbice para seguir manteniendo mi afición al «más difícil todavía».