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¡Muere, oh Diágoras!

Es imposible exagerar en un Boca-River todo porque es pura exageración

Hay fútbol más allá de la Liga, la Premier, la Bundesliga y el Calcio. Hay fútbol más allá del Oporto, del Ayax y del Panathinaikos. Hay fútbol más allá de esos equipos del norte o del este de Europa que asoman por la fase de grupos de la Liga de Campeones, e incluso hay fútbol más allá de todos esos clubes que surgen de la Liga Europa como caracoles después de un aguacero. Sobre todo, y aunque parezca mentira, hay partidos enormes más allá del Barça-Madrid, del Liverpool-Manchester United o del Milan-Juve.

¿Qué me dicen del enfrentamiento entre Boca Juniors y River Plate en la final de la Copa Libertadores? Antes del Boca-River en la Bombonera, muchos compararon la final entre los dos grandes equipos del fútbol argentino en la Copa Libertadores con una final Barça-Madrid en la Liga de Campeones. Pero, después de ver el partido, creo que deberíamos dar la vuelta a la comparación y decir que un partido Barça-Madrid en la final de la Liga de Campeones sería como una final Boca-River en la Copa Libertadores. Sin duda, una final entre el Barça y el Madrid haría mucho más ruido, llenaría más páginas de los periódicos y ocuparía más espacio en los telediarios del mundo que una final entre Boca Juniors y River Plate. Vale. Pero si no han visto el primer partido de la final de la Copa Libertadores, no sé a qué esperan.

Partidazo, ambientazo y golazos. Intensidad de principio a fin. Mucha emoción. Nada que envidiar a una final de la Liga de Campeones. Como dice Jorge Valdano, en un partido así se acaban las palabras. Imposible exagerar porque en un Boca-River todo es una pura exageración. ¿Y saben una cosa? Dicen que los hinchas de Boca y de River estaban esperando este partido desde siempre, pero me da la impresión de que muchos aficionados de Boca y de River habrían preferido que la final de la Copa Libertadores 2018 no se hubiera convertido en la madre y el padre de todas las finales. ¿Por qué? Porque será lindo ganar la final al eterno rival y, a partir de ese momento, ganar todas las discusiones futbolísticas sacando a pasear la Victoria con mayúsculas.

Pero, ¿y si pierde mi equipo? ¿Estoy dispuesto a correr el riesgo de perder la final con mis enemigos íntimos, aunque el premio sea nada más y nada menos que ganar esa final? ¿Qué es más poderoso, el deseo de ganar una final histórica, o el miedo a perder esa final y pasar el resto de la vida futbolística masticando una derrota que se hace bola en la boca y es imposible tragar y, mucho menos, digerir? Sostengo que, después de la final Boca-River, todos los aficionados de Boca y de River estarán muertos para el fútbol. Los que pierdan, porque perdieron. No habrá nada que sirva de consuelo tras esa derrota. Y los que ganen, porque ganaron. Lo primero no necesita explicación. Lo segundo, puede que sí. Dicen que cuando Diágoras, campeón en unos Juegos Olímpicos, vio a sus dos hijos proclamarse también campeones en otros Juegos, fue invitado por los presentes a que se matara en el lugar porque había alcanzado la máxima felicidad que se podía concebir: "¡Muere, oh Diágoras, más que esto ya no vas a conseguir en la vida!".

Después de perder una final de la Copa Libertadores contra Boca, los aficionados de River estarán muertos para el fútbol. Pero, tras ganar una final de la Copa Libertadores contra River, los aficionados de Boca deberían matarse (futbolísticamente hablando, por supuesto) porque más ya no podrán conseguir en la vida. Sea como sea, todos muertos. ¿Se imaginan una final de la Liga de Campeones entre Barça y Madrid? Un enorme cementerio futbolístico.

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