A lfonso Guerra anunció en 1985 la muerte de Montesquieu pero hasta ahora no se celebraba con estruendo. De tal manera que el PSOE y el PP ya han decidido quién presidirá el CGPJ antes incluso de conocerse los nombres de los vocales que supuestamente debían elegirlo. Nadie se esconde por vulnerar el precepto legal que el filósofo y jurista francés alentó frente a los abusos del poder. Que los políticos -al contrario de lo que sucede en otros muchos lugares donde los jueces son elegidos por los propios jueces o existe un modelo mixto- nombren a los magistrados es una prueba más de la corrupción del sistema y de la injerencia de unos poderes del Estado en otro. Cualquiera podría asombrarse de la renovación del Poder Judicial en un momento tan delicado para la justicia si no fuera porque es precisamente el momento el que configura la oportunidad de manera inquietante. Los dos principales partidos se ponen de acuerdo para repartirse el pesebre nombrando, a propuesta del PP, para presidir el Consejo al magistrado que ya había dictado una condena por el referéndum ilegal del 9-N y tendría que estar al frente del alto tribunal que juzgará por rebeldía a los independentistas catalanes. Ya no será así. PSOE y Podemos se hacen con una mayoría «progresista» y premian, a su vez, al juez ponente que se apartó de la causa de la Gürtel para señalar directamente a Rajoy y precipitar su caída. Por qué lo hacen el PSOE y Podemos está claro dada su decantación en el procés. Que el PP se sume a este escándalo partitocrático, no tanto, tendrá que explicarlo. Ciudadanos ha demostrado ser el único partido respetuoso con la independencia judicial al apartarse de este juego grosero.