En numerosas ocasiones he defendido la imparcialidad del Poder Judicial, y siempre he mantenido que la Justicia, aunque lenta y sin medios, llega a su fin, a pesar de que ha venido siendo la « Cenicienta» en casi todos los ámbitos.

Pero hoy, mi indignación es sobre todo por las formas y la obscenidad con que en los últimos tiempos se trata a los de a pie, es decir, a la ciudadanía, con mensajes del todo perturbadores.

Después de que el Tribunal Supremo diera una imagen bochornosa de cara a la galería con determinadas sentencias que no entro a valorar en su fondo, hoy, nos encontramos con la elección de los veinte miembros del órgano colegiado del Consejo General del Poder Judicial -ya se cumplían sus cinco años de mandato, ¡pero en qué momento!?.

Esos veinte miembros a los que se les denomina «vocales» son elegidos por las Cortes Generales (Congreso y Senado) entre jueces y juristas de reconocida competencia y de ahí viene la primera cuestión controvertida, ya desde años. ¿Por qué no son elegidos desde dentro de la propia judicatura? ¿Por qué no lo eligen las asociaciones profesionales de magistrados? En fin, ahí queda la cuestión, que yo no voy ahora a entrar en ella, pero sí quiero hacer una reflexión ya que se habla de jueces de talante progresista y talante conservador, o para entendernos, de jueces con ideologías de izquierdas o de derechas. Y, con todo respeto a la lícita ideología de cada uno, un juez solo debe ser un juez, creo que me entendéis.

Pero hoy para colmo es el «pasteleo» en que se han metido los dos partidos PSOE y PP con la ayuda del ayudante del señor presidente del Gobierno, señor Iglesias.

Si el presidente del Consejo debe ser elegido por el Pleno del Consejo General del Poder Judicial, entre miembros de la carrera judicial o juristas de reconocida competencia, cómo se explica que el lunes, desde Moncloa, se nos anunciase que el juez Marchena será el presidente del Consejo, es decir, que desde el Gobierno y antes de que juren sus cargos los 20 vocales, se anuncie a bombo y platillo quién va a ser el presidente del Consejo, me parece obsceno en la forma y nos vuelven a tomar el pelo a los ciudadanos que estamos representados por las Cortes Generales.

Es verdad, que si Montesquieu levantase la cabeza, les daría un suspenso bajo a todos ellos y nos diría aquello de Delenda est democracia, ya que es flaco el valor que alguien está haciendo a la credibilidad de la Justicia, y sobre todo en momentos en los que necesitamos una Justicia fuerte e independiente, y recordaba una frase atribuida a una jueza polémica, Mercedes Alaya, que en su día, al parecer, dijo, «la independencia del Poder Judicial se está tambaleando de forma extremadamente grave».