Las monjas ya no están en el monasterio de Santa Faz. Me han preguntado este fin de semana qué ocurrirá ahora. Pues bien, en tiempos de tribulación, no hacer mudanza. Tómese el Ayuntamiento de Alicante, mejor tras las elecciones, su tiempo en decidir quiénes serán los nuevos moradores. El monasterio pasó 28 años en una interinidad, como en la que queda ahora, hasta que llegaron las Clarisas coletas.

La Ciudad fundó el Monasterio de la Santa Faz y se levantó mediante la creación de una cofradía de fundación totalmente laica en enero de 1496. Una fundación laica municipal levanta un templo en interés de la ciudad. Así de avanzados eran los alicantinos de entonces. Por eso urjo al lector ?devoto o ateo? a desterrar una falsa asociación de que el monasterio, por su inherente función de culto, sea de propiedad religiosa.

La situación que explotó la tarde del sábado resulta excepcionalísima si tenemos en cuenta que el Ayuntamiento de Alicante solo ha tenido que buscar moradores del monasterio tres veces en toda su historia. Ahora tendrá que hacerlo una cuarta vez. La primera, en 1490, la ciudad de Alicante quiso que monjas jerónimas vinieran a su recién construido templo. La ciudad ofrecía un patronato, que obliga a ambas partes y que se perfeccionaba solo si era aceptada por los moradores. En aquellos momentos los Jerónimos era una orden de élite, adecuada, por la influencia que ejercían, para dar fama a la nueva ciudad (1489), y ése es el efecto que perseguía el Ayuntamiento con el ofrecimiento a la orden jerónima. Se llegó a 1515 sin producirse la aceptación ?no es que estuviera desocupado? por las monjas jerónimas. Así que Alicante lo intentó una segunda vez, con ofrecimiento a los frailes jerónimos. Monjas y frailes de la orden jerónima,que entonces vivían su época dorada, podían escoger. Y escogieron no aceptar las condiciones de patronato que exigía la ciudad. Pasados tres años, los frailes jerónimos tampoco habían tomado posesión de modo que en 1518 el Ayuntamiento hizo un tercer intento: entregarlo a las Clarisas coletas de Gandía. Las conversaciones comenzaron en febrero y acabaron con la celebrada llegada de siete monjas en 17 de julio de 1518.

La ciudad de Alicante entregaba el convento e iglesia mediante una «donación condicionada» al cumplimiento de lo prometido por las religiosas, quedando en manos municipales decidir si los acuerdos se cumplían. Todo ese poder municipal no gustaba, tampoco entonces, a la jerarquía eclesiástica. Resaltemos ya que los conventos de la Primera Regla de Santa Clara no dependían de los obispos sino de la Orden Franciscana, por lo que no debe extrañar que el clero diocesano mostrara su interés por colocar bajo su manto la creciente devoción a la Santa Faz.

Siempre existieron tensiones económicas o jurisdiccionales entre monasterios y obispos. Estos intentos de control de las devociones crecieron a partir del Concilio de Trento, dependiendo del talante del obispo de cada momento. La iglesia local en los siglos XVI y XVII no podía enfrentarse directamente a la autoridad municipal de la que recibía grandes beneficios, pero si podían hacerlo mediante sínodos en los que se presionaba contra las romerías, ermitas y devociones que quedaban fuera del control de la jerarquía eclesiástica. A diferencia de ahora, las presiones de la jerarquía eclesiástica contra devociones y romerías, en el Alicante de aquellos siglos, tuvieron el efecto contrario al esperado por la Iglesia y sirvieron para aglutinar la religiosidad popular entorno a las autoridades municipales. El Ayuntamiento no cedía un ápice sobre la Santa Faz: la reliquia era algo tan propio que llegó a convertirse en un símbolo de mando.

Los actuales munícipes no pueden permitirse el lujo de olvidar que sólo el pleno municipal acuerda que la reliquia sea sacada de su resguardo. De antiguo, cuando alguien, por muy importante que fuera, deseaba contemplar la reliquia, era obligado el permiso del pleno, que nombraba regidores «para que junto a sus Eminencias se confieran al dicho Monasterio, abra dicho Sagrario, cierre, asista a dicha función, y devuelva dichas llaves para restituirlas y cerrarlas». Para nada contaban con el cabildo eclesiástico, lo que ha mantenido vivas las intentonas de la jerarquía eclesiástica para usurpar potestades municipales.

Una lectura de lo que esté por venir: en la inmatriculación del monasterio promovida por el obispo Barrachina, ya se deslizó, como si fuera un descuido, una mención genérica a «Clarisas». Existen varias reglas de Clarisas. Por ello, no es lo mismo que entren en el monasterio Clarisas coletas que Clarisas capuchinas (como las del convento de la Sangre). No es baladí la nueva orden religiosa que ocupe el monasterio. Y sería otro gol que se deja meter el Ayuntamiento si en el monasterio de Santa Faz ahora se crea una parroquia.

Este artículo apenas rasca la superficie de trabajos de mi padre Enrique Cutillas Bernal y en especial, su conferencia «La Santa Faz: un legado para los alicantinos» que impartió en el Ateneo de Alicante en 20 de abril de 2001. Si el Ayuntamiento deja hacer a la jerarquía eclesiástica, que al menos no sea por desconocimiento de cuáles son sus potestades municipales: es la ciudad la que debe ofrecer, negociar y decidir quiénes serán los nuevos ocupantes ?por qué no, laicos? del monasterio. Mereció la pena este medio milenio (1518-2018) de hermanas Clarisas coletas. Fue bonito mientras duró.