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Joaquín Rábago

Lo que busca Trump

Hace unos días el mundo entero asistió gracias a la televisión a una de esas escenas en la Casa Blanca que no deja nunca de sorprendernos a este lado del Atlántico.

En ella, el presidente Donald Trump, que acababa de jactarse de un imaginario triunfo en las elecciones de medio mandato de su país, se encaraba con un periodista de la CNN.

El reportero, de origen cubano, acababa de preguntarle por qué insistía en hablar de "invasión" refiriéndose a la caravana de centroamericanos que trataba de llegar a EEUU.

Airado, el Presidente interrumpió al reportero, quien insistió en su pregunta, negándose a entregar el micrófono a una joven becaria de la Casa Blanca a quien Trump le había ordenado que se lo quitase.

El periodista trató de hacerle una nueva pregunta, esta vez sobre Rusia, y Trump dijo entonces: "Ya está bien, deja el micrófono".

En lugar de darse por vencido, el reportero se agarró al teléfono, y en un momento determinado parece que rozó levemente el brazo al de la becaria.

Bastó ese contacto momentáneo para que esa misma tarde, la portavoz de Trump emitiese un comunicado señalando que la Casa Blanca no toleraba que un periodista tratase así a una becaria, por lo que se le retiraría a aquél su acreditación.

El vídeo de aquel rifirrafe se hizo viral, como se dice ahora, en las redes sociales, y parece que lo hizo además en una versión manipulada para que pareciera que el reportero había tocado adrede, y no involuntariamente, a la joven encargada de pasar el micrófono.

A la vista del éxito que tienen siempre entre su electorado más fiel sus continuos insultos a la prensa "mentirosa", habría que preguntarse si los periodistas no caen una y otra vez en la trampa que les tiende Trump, si no hacen precisamente lo que él busca.

Cuando el Presidente da la palabra a un periodista de su gran enemiga, la CNN, sabe que se le hará una pregunta provocadora, o cuando menos incómoda, y que ello le dará una nueva ocasión de mostrarse como víctima de una persecución y exhibir de paso ese odio a la prensa tanto entusiasma a los suyos.

Bajo su aparente ignorancia, Trump es no sólo un político de colmillo retorcido, sino un animal televisivo que sabe en todo momento qué efecto tendrá su manera de actuar frente a la prensa cuando las cámaras le están enfocando.

Y las cámaras están siempre delante en muchas ocasiones que tienen más de espectáculo que de valor informativo. Y en lo que a espectáculo se refiere, Trump lleva siempre las de ganar.

A los europeos, al menos a una mayoría, porque aquí también los populismos comienzan a hacer estragos, puede repugnarnos el desprecio que manifiesta Trump hacia unos profesionales que se limitan a hacer su trabajo.

Pero Estados Unidos es otra cosa. Allí prima siempre el espectáculo sobre el contenido, y en eso, el actual presidente, que afiló sus dientes en un programa de TV llamado "El aprendiz", es un maestro consumado.

Los medios de aquel país, sobre todo las cadenas de televisión, parecen fascinados por semejante personaje ya que hace entre otras cosas subir los índices de audiencia y aumentar los ingresos publicitarios.

Será por ello muy difícil que hagan lo que sería más razonable: dejar a un lado el espectáculo y, olvidándose de las cámaras, centrarse en las preguntas y denunciar los excesos del Ejecutivo.

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